En la campaña volveremos a hacernos la pregunta que tantas veces nos hemos planteado: ¿Por qué mienten los políticos y por qué les creen los electores? Entre las claves de la mentira está la gran verdad de que la mentira rinde y que la verdad en política es la gran aguafiestas.
Es preciso establecer ciertas verdades para entender la mentira. La primera verdad es que los electores prefieren una mentira agradable a una verdad amarga. Si uno de los candidatos dijera en la campaña que cuando sea presidente no tendrá más remedio que continuar endeudándose, que tendrá que incrementar los impuestos y despedir más funcionarios públicos, no llegaría ni último y los primeros en abandonarle serían sus estrategas de campaña. Por eso decía Groucho Marx: “La política es el arte de buscar problemas, encontrarlos, hacer un diagnóstico falso y aplicar después los remedios equivocados.”
La otra verdad es que la gente prefiere una explicación errónea a no tener ninguna explicación. Esta es la razón por la cual se difunden tan rápidamente las versiones apócrifas. La versión de que el virus salió de un laboratorio chino es más aceptable para la gente que la noción de que es algo desconocido, que nadie sabe y que no hay una tesis oficial.
La verdad científica no es tan popular como se cree. La gente prefiere vivir con creencias y opiniones más que con verdades. Los hechos y los datos parecen ser convincentes, pero exigen información, contrastación y evaluación. La opinión luce arbitraria y la creencia se basa en la autoridad de otro. La mayor parte de nuestra vida está basada en creencias porque no es posible que cada uno verifique que la tierra es redonda o que el virus es invisible pero contagioso y mortal. Los políticos están investidos de autoridad y mientras más autoritarios son, más creencias generan y más creyentes conquistan.
Aunque se dice que la mentira tiene patas cortas, la experiencia nos muestra que las mentiras con nuevas tecnologías corren ahora grandes distancias y a gran velocidad. Mark Twain decía, antes del internet y de las redes sociales, que la mentira puede dar la vuelta al mundo antes de que la verdad se ponga los zapatos. Las campañas electorales utilizan las redes sociales que han convertido en realidad la exageración de Mark Twain. Los gobernantes inundan el mundo con mentiras por Twitter, sin periodistas que pregunten, contrasten o contradigan.
Entre la verdad y la mentira han aparecido nuevas categorías. Trump apela constantemente a las “verdades alternativas” que antes hubieran sido calificadas como simples mentiras. El presidente populista de México se enfrenta todos los días con los periodistas, pero cuando le confrontan con los hechos, responde simplemente: yo tengo otros datos. Un político español proponía que mentir en el Parlamento sea considerado delito y un periodista comentaba: dios bendito, no lo permitas, que el Parlamento se queda vacío.