Las declaraciones de Franklin Calderón, publicadas en El Universo del jueves 1 de octubre, deberían estremecer a la ciudadanía y en especial a los diputados a la Asamblea Nacional, la cúpula del Gobierno, fiscales y jueces de todo nivel.
Con cinismo extremo, relata el “Banquero” – como dice el propio declarante le conocían en ese ambiente siniestro – ayudó a arreglar una coima de 350.000 dólares para que el contrato de fiscalización del hospital de Bahía de Caráquez fuese asignado a la empresa Jonalpi. De esta suma, 150.000 habrían sido para el legislador prófugo Eliseo Azuero, “quien desde septiembre de 2019 manejaba el Secob” y 200.000 para el movimiento político Mejor, del entonces asambleísta Daniel Mendoza. Secob es el Servicio de Contratación de Obras, dependencia del Ejecutivo, que fue eliminado en mayo pasado.
El plato gordo fue la coima del 12% sobre el precio del hospital de Pedernales- aproximadamente 16 millones de dólares – que se repartirían así: 3% para Daniel Mendoza, 3% para Jorge Jalil, subdirector técnico de Secob, y 180.000 para Azuero. No señala los otros beneficiarios. El Banquero declara que, como parte de este atraco, recibió cheques por un total de Un millón doscientos cuarenta mil dólares ($1’240.000), de los cuales, USD 360.000 entregó a 4 asambleístas en Quito el 12 de marzo de este año, USD 320.000 en Guayaquil el 13 de marzo, USD 185.000 a Azuero el 16 de abril, USD 280.000 a Jalil el 17 o 18 de ese mismo mes, y USD 80.000 dejó en casa del padre de Daniel Mendoza. Varias entregas se hicieron en fundas de basura, en la noche y en vías como la Simón Bolívar. Muy difícil creer que estos atracos se habrían hecho sin conocimiento del personajes del Gobierno.
Según El Universo, varios asambleístas a quienes Calderón habría entregado el dinero, niegan haberlo recibido; y otros no contestaron a los requerimientos del diario.
Ahora bien, si la ciudadanía deja pasar estos hechos como otro atraco más a los fondos públicos, de los centenares que se conocen a diario, habría que poner en duda la viabilidad del Ecuador. No se puede seguir mirando impasible la expoliación miserable de quienes, de cualquier manera, ostentan el poder. El hospital de Pedernales es una obra de pequeña cuantía, si se la compara con las centrales hidroeléctricas, las refinerías y la comercialización del petróleo. Estos son negocios de miles de millones de dólares, en los cuales las coimas o comisiones deben valer también miles de millones que han ido a parar en las profundas faltriqueras de las “manos limpias y mentes lúcidas”. Pero sin perder las esperanzas que se persiga a los peces gordos y se recaude al menos parte de lo robado, las declaraciones de Franklin Calderón deben llevar a castigar oportuna y ejemplarmente a los corruptos que van a la función pública en busca del enriquecimiento rápido y hediondo.