El país ya conoce las consecuencias del cierre de la economía, por lo que deberá redoblar esfuerzos para evitar un nuevo confinamiento. Sin pandemia de por medio, la economía nacional ya se había contraído 2,4% el primer trimestre de este año respecto a igual período de 2019. Y aunque aún no hay cifras oficiales del segundo trimestre, se prevé que el derrumbe económico ocurrió entre abril y junio, por la paralización de un 70% de las actividades productivas, lo que dejó pérdidas por USD 16 200 millones.
Esa debacle marcará el desempeño económico del 2020, un año en que la recesión puede significar un 10% decaída en el PIB.
Por eso, ha quedado claro que el desarrollo del país necesita de crecimiento económico, para empezar a recuperar el empleo formal que perdieron 240 000 personas desde mediados de marzo pasado, principalmente jóvenes y mujeres.
En este primer semestre, el papel del Estado quedó en entredicho, por su incapacidad financiera y técnica. Ahora se valora más el ahorro, a los funcionarios públicos honestos y a los gobernantes con liderazgo.
La ciudadanía tiene ahora más conciencia sobre lo importante de tener finanzas públicas saneadas, de vigilar las compras estatales y de contar con instituciones y funcionarios eficientes. Más personas han vivido en carne propia lo que significa acudir a un hospital y no recibir atención ni medicinas; ver que las escuelas públicas carecen de internet y que un grupo de niños -el futuro de la patria- terminaron el año lectivo con menores oportunidades que quienes sí tienen conexión.
Aunque muchos de estos problemas ya existían antes, hoy se han amplificado y eso es una oportunidad para exigir cambios en el manejo de dos áreas clave de cualquier Estado: salud y educación.
El número de damnificados que está dejando la pandemia puede ser un dinamizador de las reformas para fortalecer la red de protección del Estado, pero eso también significará que éste abandone su papel ineficiente como empresario y se concentre en regular el resto de los sectores y ser eficiente en atender las áreas sociales.
El semestre que terminó también evidenció que hay sectores con fortalezas y que están resistiendo la crisis. Las exportaciones de banano y camarón indican que el país puede crecer con un modelo orientado al mercado internacional. También quedó demostrada la potencialidad del agro, que hoy se puede fortalecer aprovechando que la ciudadanía prefiere lo nacional. La solidez de la banca privada ha sido un alivio para depositantes, aunque aún se necesita trabajar para reducir los costos del crédito.
Los efectos económicos y sociales de la pandemia irán más allá del primer semestre, probablemente hasta el 2021, año de elecciones presidenciales. Y ahora los candidatos no solo estarán obligados a presentar un plan creíble para el Ecuador post covid-19, sino también un equipo de gobierno con capacidad para manejar el país, pero sobre todo, honesto.