Consideración uno. Hemos comprobado en carne propia que los seres humanos aprendemos en la escuela y fuera de ella. Que los enfoques escolaristas son una falacia. La pandemia ha demostrado, por ejemplo, el potente papel formativo de la familia.
Consideración dos. Somos testigos que en los últimos años se exige el retorno de la materia de Cívica, inexplicablemente extirpada del currículo. La educación aparece como antídoto frente a las estructuras y prácticas corruptas. Está llamada a levantar una nueva ética en el servicio público y en el comportamiento social.
Las dos consideraciones cobran sentido cuando analizamos el escenario electoral que soportamos. Sus personajes y actuaciones son fuente de información y aprendizaje, especialmente para los jóvenes. Una auténtica lección de Cívica. Con impactos poderosos. Aguijones profundos.
¿Cuáles son los mensajes que se emiten desde la esfera política? Sin duda son innumerables. Por ahora seleccionamos 5 puntiagudos. Que aparecen de frente o en forma velada. Que involucran a la mayoría de candidatos.
El primero es el poder. Un veneno tan fuerte como el dinero. Una aspiración enfermiza por ascender allá donde se dispone de vidas y recursos, se codea con los grandes. Allá donde se sacia una sed incontenible que no tiene que ver con el servicio. No importa que el país se caiga a pedazos. Tampoco si se tienen capacidades y alternativas. Hay que subir gateando si es preciso.
El segundo es el disenso. Incapacidad y falta de voluntad para construir acuerdos. Para fijar objetivos y rutas comunes. No interesa que la bancarrota del país clame por juntar esfuerzos. Llaman a la unidad, pero sin ceder nada. La fuerza de los intereses personales y grupales es arrolladora.
Un tercer mensaje es el ofertismo. Raudal de promesas que se quemarán en la primera curva. Falsas esperanzas sin sustento, sin programa, sin resultados claros. Soluciones mágicas especialmente para los públicos menos informados. Aprovechamiento oportunista de una ciudadanía que vota y se olvida.
El cuarto mensaje es el ataque. Los adversarios son pintados como enemigos irreconciliables. Hay que rebuscar y sacar lo peor de ellos y blandirlo al público. Hay que destacar, en lugar de los méritos propios, los descalabros ajenos. Culpar y distanciarse.
Y un quinto mensaje es la manipulación. El imperio de la propaganda. No hay escrúpulos: guerra sucia, noticias falsas, cinismo, circo. Costosas empresas de comunicación auxilian a los candidatos camaleones. Para llenar sus vacíos. Para maquillar sus defectos. Para agujerear las emociones de los electores.
Esta es la pedagogía de las elecciones. La clase de Cívica en tiempo real. Nuestros jóvenes -enorme franja de electores- merecen algo mejor. Ojalá estas lecciones no dejen heridas dolorosas: apatía, asco, amargura, analfabetismo político. Ojalá la educación pueda revertirlas.