Es insólito y estremecedor el panorama del Ecuador para las elecciones del 2021. La derecha, dentro de la volatilidad de la política ecuatoriana, ha hecho lo posible por captar estratégicamente el poder. Pactos increíbles, hacer una fanesca del Gobierno actual y prepararse hasta el mínimo detalle para convertirse -antes de las inscripciones- como la primera opción, encabezar el pase a la segunda vuelta y prepararse para un triunfo en el que hay que dar algún mérito a ese conjunto de feria popular que es la izquierda nacional.
El punto de partida parece que fueron las lecciones que dejó el 18 de octubre, que dibujó el caos institucional hasta situaciones extremas. Un elemento fundamental de aquellas acciones fue la siembra del miedo ciudadano prolijamente utilizado. Miedo al comunismo, al correísmo, al indigenismo y a otros ismos más. La izquierda, sin perspectiva del horizonte político, se encajonó en las protestas en las calles, sin detenerse a interpretar el hecho, antecedentes y consecuentes. Fueron violentos y alegres, es decir tontos políticos. Los efectos de tal desaprensión se pueden observar en la enorme papeleta inicial para las elecciones presidenciales del 2021. Solo la derecha está coalicionada en una sola casilla presidencial. El resto –izquierda, centro y populismo diseminado– solo están interesadas en sacar diputados, que les sirva para una votación negociable en el parlamento. La derecha, por el contrario, actúa con agilidad y experiencia en la coyuntura. Los miembros de CREO aprendieron a cohabitar con personas de la misma raza, pero de costumbres más liberales o desvergonzadas. Esperaran que pase la campaña para que esa cantaleta de que todos con un solo candidato se acomode a un solo poder presidencial. Los socios de la minoría del pacto tendrán tiempo para desarrollar la consulta Nebot y convertirla en leyes. Todo está por escrito; similar al caso histórico del siglo XX que es el pacto Ribbentrop –Molotov, que duró un año.
La izquierda nacional no es la primera vez que navega al garete. Su historia está llena de divisorias de aguas entre las diferentes fuentes ideológicas o políticas. En el registro nacional consta que en el siglo pasado el comunismo y el socialismo en esos lares, nunca generaron una concertación como la de Chile con la Unidad Popular; por el contrario, en tiempos recientes, terminaron fumigados por el correísmo que solo dejo vanidades deambulantes confundidas de ideas y, estrategias; por supuesto, incapaces de organizar movimientos, partidos o frentes. Es decir, prepararon el banquete para que la derecha lave sus diferencias y comprendan que perdían con la división; por tanto, decidieron vivir juntos en cuarto aparte, pero sin liga matrimonial. Un gran servicio de los intransigentes que debiera merecer alguna embajada en el próximo gobierno del PSC y CREO. Cerrado el telón electoral es posible que todavía se entonen por los partisanos nacionales aquellas letras: “el pueblo unido jamás será vencido …”