En entrevista con la Americas Society and Council of the Americas, el Presidente Moreno ha expresado que al llegar la pandemia “Ecuador ya estaba en una situación (económica) bastante crítica. Habíamos heredado una catástrofe, yo no heredé un gobierno, heredé una emboscada” (…) “es la que suelen tender los socialistas del siglo XXI para quienes les suceden en el poder, para que fracasen”.
¿Es cierto?. No exactamente. Las desconfianzas no explícitamente manifestadas eran perceptibles desde antes del 2013, segundo periodo del binomio Correa – Moreno –“se sale de lo que debe hacer”, confesaba el Presidente- por eso Correa lo excluyó para la siguiente reelección.
La designación de Enviado Especial sobre Discapacidad que le confió el Secretario General de la ONU, fue a él, sin retribución alguna. Correa dispuso que el Gobierno asuma sus costos y los de la sede en Ginebra. “Bueno es tenerlo contento, pero lejos”, habría dicho.
Para la elección del 2017, el mismo Correa quería participar, habría podido imponer la reforma o la interpretación que se le ocurriera, porque controlaba todos los espacios del poder, pero las encuestas no le daban confiabilidad de ganar. El Ecuador habría ido a votar: Correa o contra Correa.
Hicieron sondeos con Glas candidato a Presidente, pero no significaba posibilidad alguna. Sólo quedaba la opción de continuidad con Moreno, maniatándolo en todos los espacios.
Moreno planteó condiciones, entre éstas que Glas no sea el Vicepresidente, ninguna le aceptaron; y, Moreno se demoró en allanarse, pero terminó haciéndolo. En la primera vuelta se tomó algunas libertades para opinar –igual que lo había hecho cuando Vicepresidente-. En la segunda vuelta se alineó y a Correa le importaba mucho que se perciba que él lo estaba llevando a la Presidencia –podrían citarse momentos- parte para demostrar “quien va a mandar”, parte soberbia del poder; y, eso, nunca le perdonó Lenín Moreno. Desde su discurso de posesión, Mayo 24 del 2017, tomó distancia.
Moreno tenía conciencia del autoritarismo de Correa y de los proyectos de “elefantes blancos”, y percibía que se había derrochado recursos, con costos inflados. También ya había estallado lo de Odebrecht. Pero, cuando el Contralor Pablo Celi forma el grupo veedor de la deuda externa, el 2018, y por esa vía se estableció que estaba ligada, en sus mayores volúmenes, con negocios de corrupción. Moreno expresó su conformidad de que se avance en la investigación. Y siguieron saltando las denuncias -muy sustentadas- desde diversas fuentes, procesándose algunas. Lo demás es historia reciente.
Hay mucho que transparentar en el Ecuador. Lo putrefacto sigue como realidad encubierta, porque parte de los del entorno de Moreno no responden a él.