La invocación popular, “habla serio”, apunta a reclamar la verdad de lo que se afirma. Cuando prevalecen las mentiras, las exageraciones, las omisiones, las vaciladas, los misterios, surge como reacción espontánea la exigencia de que se hable serio, se diga la plena… Nunca fue momento para las palabras falsetas, peor ahora en tiempos de cambio de coordenadas en el poder. La verdad verdadera y el respeto deberían dominar la escena. Lastimosamente, en las últimas semanas hemos sido testigos de hechos que desdicen de un hablar juicioso por parte de las autoridades. Contradicciones impresentables.
Nuevos contratos. Los anuncios oficiales afirmaron que no se firmarían nuevos contratos ni se harían incorporaciones durante los días que le quedan al gobierno que agoniza. Anuncio bien recibido. Delicadeza, seriedad, eficiencia… A la vuelta de la esquina, sin embargo, salieron a la luz contratos de última hora. Flagrante contradicción. Muchas explicaciones enturbiaron más los hechos. Hablen serio.
Publicidad desenfrenada. Soportamos una campaña sostenida, de pésima calidad y costosa de propaganda oficial. Autoridades “en territorio”, fotos por decenas, agradecimientos lacrimógenos, imágenes de ejecutividad, obras por doquier, logros a manos llenas. Un insulto a la inteligencia. Primero porque la ciudadanía ya tiene un juicio que difícilmente va a cambiar. Y segundo, porque significa un derroche grosero en tiempos de austeridad. Intereses personales y grupales por sobre los colectivos.
Viejos maltratados. Hemos presenciado las escenas más humillantes contra las personas de la tercera edad con ocasión de las vacunas: pésima información, aglomeraciones y riesgo de contagio, incomodidades, filas interminables con lluvia o con sol, esperas inútiles. El discurso a favor de los “viejecitos” -formulación muy poco feliz- se queda en la retórica. No nos merecemos esto, no somos prioridad para nadie… han afirmado muchos perjudicados.
Cuarentena en saco roto. 4 fines de semana de confinamiento con la ilusión de ver disminuidos los contagios y las muertes ocasionados por la peste maldita. Haciendo tripas-corazón la ciudadanía ha aceptado la medida, aunque siempre habrá desadaptados que sigan de rumba. Las noticias nos mostraron, en cambio, otras realidades: aglomeraciones espantosas en el transporte público, en los sitios de vacunación, en los mercados. Un vacío enorme de visión sistémica en las medidas. Lo logrado con una mano, lo borraron con la otra.
Cuatro ejemplos que podrían ser cuarenta. Su denominador común: la falta de respeto, transparencia y consecuencia. La persistencia de discursos inflamados sin asidero en la realidad. Un tufo a mentira, burla y manipulación se extienden irremediablemente. No es tiempo de vender imágenes ni de gastos innecesarios. La gente no come cuento. Necesitamos estar a la altura de inaugurar otro país.