Farith Simon

Fiscalía ineficiente

La justificación principal para la “metida de mano a la justicia” fue su ineficacia. Existía una sensación de impunidad generalizada, de falta de respuesta al delito y a la delincuencia. En los primeros años de este siglo se dictaba sentencia en un poco más del 3% de casos que se recibían en materia penal. Tan dramáticos eran estos números que los cambios introducidos (con un importante costo en la independencia) mejoraron la estadística. Es un hecho que ahora se resuelven muchos más casos que en el pasado, lo que se debe, en parte, a los procedimientos abreviados, directos y expeditos; y, a nuevos delitos de mucho más fácil juzgamiento, como la tenencia y porte de armas. El sistema penal funciona mejor que a inicios de siglo, pero en términos globales parece superado en cuanto a los delitos más complejos o los de carácter sistemático: delitos contra la propiedad y en particular delincuencia organizada, corrupción, delitos contra la vida, delitos sexuales, entre otros. La incautación de sustancias sujetas a fiscalización aumentó, pero las acciones violentas de la delincuencia organizada han crecido significativamente y las respuestas son limitadas o atienden a lo superficial. Cuando se reportan más muertes por sicariato, se informa que se debe a un “ajuste de cuentas” y el tema queda en una especie de limbo, mientras que en los casos de gran notoriedad suele detenerse a los ejecutores. En el tráfico de drogas los sancionados son expendedores o transportistas, la parte más débil y reemplazable de la cadena.

A veces se tiene la sensación de que la mayoría de los casos relevantes sobre corrupción han sido procesados a partir de la investigación en otros países, Brasil o Estados Unidos, mientras que aquí, pese a las denuncias permanentes sobre esos mismos hechos, poco pasó. Ejemplos: Seguros Sucre, Odebrecht, intermediación petrolera, caso “Las Torres”, Isspol, etc.

Es claro que la Fiscal Salazar trabaja mejor y con números mucho más positivos que sus antecesores Chiriboga y Baca, pero preocupa lo que parece ser una institución aparentemente superada ante la magnitud de lo que sucede. Desde fuera es difícil saber si esto se debe a la presencia de algunos funcionarios corruptos, que los métodos de trabajo son ineficientes o las estructuras institucionales y los recursos insuficientes.

Atravesamos una situación muy compleja como país. Los sucesos de violencia, la grave corrupción, producen la sensación de que la institucionalidad está desbordada, que existe un contexto de impunidad de la que se aprovecha la delincuencia organizada, y que el mismo Estado de derecho está amenazado. Por eso se requiere respuestas firmes, concertadas y rápidas, siempre respetuosas de los derechos y garantías, esperemos que la Fiscalía General del Estado, la Policía y el presidente electo Lasso estén a la altura de las exigencias históricas y preocupa, como alguien sostuvo: nos salvamos de ser como Venezuela, pero estamos en camino de parecernos a México.

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