¡Al fin una buena noticia! El principal periódico del mundo, el New York Times, publicó la semana pasada, con amplio despliegue, la obra de una artista ecuatoriana. Cosas como esa levantan el ánimo, sobre todo ahora que esta pandemia nos tiene recluidos y angustiados, mirando en los noticieros los estragos que va causando el virus y que son agravados por las críticas venenosas contra cualquier medida económica que intente el Gobierno para detener el naufragio.
No es un golpe de suerte lo del NYT pues se trata de la misma artista que creó el afiche para el Grammy Latino 2018 celebrado en Las Vegas; y que ese mismo año ganó el concurso convocado por el Municipio de Quito para realizar una variación de la clásica portada de The Newyorker.
Me refiero, claro está, a la quiteña Paula Barragán, quien, al principio de su carrera, un poco por curiosidad, otro poco por descuido, como suele suceder con los inventos, había desarrollado una técnica propia de grabado en metal que le permitió obtener unos resultados estéticos sorprendentes. Eso le abrió las puertas de una de las exclusivas galerías del SoHo newyorkino, que le montó exposiciones individuales cada dos años, no solo de los grabados sino también de unos óleos abstractos que mostraban su dominio del color y la forma.
Lo interesante es que su obra se mantuvo ajena a la onda conceptual que reinaba en Quito desde mediados de los años 90, cuando la gran mayoría de las/los artistas ecuatorianos de renombre se habían volcado al arte conceptual que había aterrizado acá con el retraso de siempre. Paula fue de las pocas que siguió con lo suyo a contracorriente y resultó que la gente de SoHo le daba la razón; aparte de que sus muestras acá tenían también mucha acogida.
Otro hito importante en su carrera fue la incorporación de las técnicas digitales del dibujo y la impresión para continuar enriqueciendo esa flora delirante por la que deambulan personajes y animales insólitos. Los trazos fuertes y rítmicos de la tinta sobre el papel fueron reemplazados por las formas definidas, vibrantes y refulgentes del arte digital, que tiene la virtud de que puede ser enviado por e-mail al New York Times sin violar la cuarentena.
El dibujo que apareció allá, en la ciudad más contagiada del mundo, pregunta a los cuatro vientos: ¿de quién es la culpa? Para Trump, ese inepto demencial que negó la realidad durante dos meses decisivos, la culpa es de la OMS y los medios; para los socialcristianos el culpable de todo es el Gobierno; para la izquierda cavernícola es el FMI; y así por el estilo. Panda de dirigentes vanidosos o miedosos o irresponsables, incapaces de poner el hombro para salvar al país si no hacemos lo que ellos quieren.
Mucho arte será necesario, y mucha generosidad y esfuerzo, para sobrevivir al coronavirus y a los culpables del desastre.