La democracia, como decía Winston Churchill, es el peor sistema de gobierno a excepción de todos los demás, y eso porque, a pesar de sus problemas, ningún otro sistema político puede garantizar como éste el ejercicio pleno de las libertades y la protección de los derechos de las personas.
Pero en efecto, no es perfecta, más aún cuando existen políticos que en lugar de servir a la comunidad se sirven de ella, pervirtiendo el fin último de la democracia, que es el bien común, generando insatisfacción y descontento, lo que frecuentemente es capitalizado por líderes populistas que empiezan a cuestionar y minar los cimientos mismos del sistema político. Pasó en Italia con Mussolini, pasó en Alemania con Hitler y pasa ahora en muchos países del mundo, poniendo en peligro las libertades y derechos que la democracia garantiza.
Así, estos líderes, encaramados en el descontento de quienes se sienten excluidos, a través de un discurso polarizador y lleno de demagógicas promesas, cuando llegan al poder, a fin de acumularlo y conservarlo, montan un entramado antidemocrático que les permite eludir la rendición de cuentas y que reduce los derechos y libertades, consolidando regímenes abusivos y autoritarios.
Ecuador con Rafael Correa no fue la excepción, lo que nos llevó a la aprobación de una Constitución que, entre otros defectos, rompía con la división tripartita clásica de poderes del Estado, creando dos nuevos, con los que supuestamente seríamos más democráticos, pero que en realidad permitieron la restricción de libertades, la manipulación del sistema electoral para perennizarse en el poder y, a través del Cpccs, la anulación de la rendición de cuentas.
En estos días, el Comité por la Institucionalización Democrática coordinado por el ex miembro del Cpccs transitorio, Pablo Dávila, y en cumplimiento de la voluntad de Julio César Trujillo, ha presentado una propuesta de consulta popular para la eliminación de esa herramienta de corrupción, abuso y concentración de poder, que devolvería la facultad nominadora de las autoridades de control al Legislativo (el organismo de representación ciudadana por excelencia en los países democráticos) que, para mejorar el proceso de selección con un escrutinio más severo y profundo, estaría conformado por dos cámaras, como en la mayoría de las democracias consolidadas del mundo.
Por fortuna, la necesidad de eliminar el Cpccs es apoyada mayoritariamente y si algún mérito hay que reconocerle al actual Presidente del Cpccs y a los consejeros de mayoría es que han coadyuvado para reafirme esa opinión. Nuestro deber como ciudadanos que queremos un país más democrático es firmar para que la Consulta se apruebe y votar por el fin de tan perverso organismo.