Un gran paso para restructurar la deuda externa, es el acuerdo preliminar con los tenedores de bonos, que consiste en diferir en promedio de cinco años la amortización de la deuda en bonos, la consecución de un período de gracia en el pago de intereses, y la reducción de la tasa de interés. Esto evita un default y abre la puerta a la restructuración de toda la deuda externa.
El anuncio presidencial y demás autoridades conduce al gran público a entender que posponer el pago de la deuda externa permite destinar esos recursos para ampliar el gasto público y dinamizar la economía. No es así. No es que viene dinero. El hueco fiscal sigue ahí. La gran deuda restructurada es de vencimientos de 2022 en adelante; del 2020, solo hay pago de intereses que se difiere. El gran beneficiado es el próximo gobierno, ya que la deuda que le tocaba amortizar entre 2021 y 2025 se difiere para después.
El entendimiento con los bonistas dentro de las grandes líneas trazadas por el Fondo Monetario permite a esta entidad llegar a un nuevo acuerdo con Ecuador que significa un nuevo desembolso. De ahí la urgencia de concretar un acuerdo con los bonistas por agosto 15: que venga rápido la plata del Fondo. Dado que no hay seguridad que el próximo presidente quiera coordinar una estrategia de estabilización económica con el Fondo, sería un acuerdo de un año plazo, acompañado por una suma modesta. Quedará para el próximo gobierno, si estuviera así inclinado, plantear una ambiciosa agenda de reformas y obtener un fuerte apoyo financiero del Fondo y otras multilaterales.
Eso deja el tercer frente, la China, el único acreedor del que vendría una importante suma de dinero. Dos bancos chinos extenderían créditos por USD 2.4 mil millones al Gobierno a tasas aceptables aunque no bajas. Unos USD 200 millones de ese dinero iría para prepagar el saldo de un crédito anterior.
Pekín requiere que simultáneamente Petroecuador firme un contrato de venta de 50 millones de barriles de crudo con una empresa china. Dos operaciones paralelas, operación más transparente que las ventas anticipadas que se venían haciendo. Al Ecuador no le queda más alternativa que aceptar esta condición, eso sí negociando bien la venta de crudo, porque no tiene adónde más conseguir fondos para mantener el enorme aparato estatal.
En cuanto a reestructuración de la deuda, los bancos chinos son reacios: sólo aceptaron mover parte de los vencimientos inmediatos hacia finales del programa de amortización, sin alargar los plazos.
El resultado de estas negociaciones en su conjunto es un mejor reperfilamiento de la deuda del 2022 en adelante, un alivio al servicio de la deuda en 2020 y 2021, y una inyección de fondos para aliviar la iliquidez fiscal. Pero las necesidades de recortar el gasto público se mantienen intactas.