Derechos delincuenciales

Se recuerda con añoranza la protesta social que la izquierda, ejecutada a las afueras de los colegios o universidades o las protestas indígenas donde se evidenciaba un compromiso y una coalición de las etnias nacionales luchando por los temas que a ellos les importaba y que les afectaba para su desarrollo.

Un poco de piedras de los estudiantes y gases de la Policía Nacional era el común denominador. No se evidenciaba destrozos a monumentos, veredas, edificios, a la propiedad pública o privada y tampoco había grupos anárquicos o delincuenciales infiltrados de manera deliberada y estratégica. A más de un trucutú apedreado y algunos heridos, el resto era propuesta y diálogo al final.

Por último un presidente destituido y la ascensión del Vice, el general de turno o el presidente del Congreso.

Las protestas han tomado un matiz que demuestra que no existe ningún ideal, ningún concepto que las motiven y peor aún un desarrollo democrático como fuente de estas.

Lo ocurrido el año pasado en octubre en Ecuador y Colombia y durante casi 6 meses en Chile demuestran la descomposición social que existe en la población, demuestra también el desvío intelectual que ha sufrido la dirigencia indígena en nuestro país. Se han convertido en un frente anárquico que nadie sabe qué persiguen. Mostraron su apoyo irrestricto al contrabando al apoyar el mantenimiento al subsidio de los combustibles.

Se han autoproclamado el grupo contestatario al gobierno de turno asumiendo la ilegalidad, irrespeto y delincuencia como la bandera de lucha. No solo eso, sino que han aceptado el financiamiento de los narco-gobernantes de América Latina.

Una verdadera vergüenza ver a Leonidas Iza afectando el monumento a Isabel La Católica, era un indígena respetable, de buen verbo y con bastante inteligencia.

Así mismo, los destrozos ocurridos hace unos días en Santiago de Chile en dos iglesias icónicas de la ciudad, avalados por la inoperancia de los carabineros por una falta de decisión de su comandante en jefe, Sebastián Piñera, pensando en las consecuencias que él puede tener por reprimir a la delincuencia organizada.

Da mucha pena ver gobernantes que han claudicado a defender a sus pueblos por cuidarse, por decir que son demócratas o por simple miedo.

Como se añora a esos gobernantes que entienden que el ejercicio del mandatario esta más allá de su persona, los gobernantes están llamados a aplicar el orden y saben que esto no se logra lanzando flores y serpentinas a los manifestantes.

Hay que tener carácter y decisión para gobernar, ni el café ni el amor son tibios, mucho menos un jefe de estado y las instituciones que dirige situaciones como las vividas días atrás en la capital Mapuche.

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