Mucha gente puede pensar que el plan del gobierno de conceder créditos a microempresarios al 1% y de hasta 5 000 dólares es una medida totalmente populista. Esta columna va a argumentar que no es así y que esta política podría producir suficientes efectos positivos como para justificar su costo.
Empecemos por el costo. La idea es prestar hasta 100 millones de dólares a una tasa de 1% a pequeños productores rurales. Aquí lo que se está subsidiando es la tasa de interés. Para calcular el tamaño del subsidio, habría que ver a qué tasa se están dando créditos comparables que, obviamente, no sean de chulqueros, y parecería que en el mercado de créditos de instituciones sin fines de lucro, operaciones similares están alrededor de 16%. En otras palabras, se está subsidiando 15 puntos porcentuales.
Si se va a prestar 100 millones, entonces el subsidio será de 15 millones al año, bajo el supuesto de que no haya una cartera incobrable superior a lo usual.
Los beneficios de esta política es que, de alguna manera, reactivará las labores productivas de personas que actualmente son pobres y les dará un poco de oxígeno a ellos y a sus familias. Es importante señalar que esta es la única opción que tienen esos pequeños productores de reactivarse por un crédito; la alternativa a ese préstamos es el chulco con sus tasas impagables y “heterodoxos” métodos de cobro. Y no suena absurdo que un gobierno con más de 30 000 millones de gasto destine 15 a algunos de los productores más pobres de zonas especialmente deprimidas del país.
Otro beneficio de esta idea es que le compra paz al Ecuador. Al mostrar un poco de solidaridad en un país que no se caracteriza por enfocar su gasto público en los más pobres y que ha destinado miles de millones para mantener la gasolina, el diésel y el gas con precios bajos, nuevamente, que 15 millones vayan a más de 20 000 personas vulnerables, tampoco suena absurdo.