Mientras en Europa, Estados Unidos y en otras regiones del planeta ha comenzado a presentarse la Segunda Ola del covid-19, preocupa lo que pueda pasar en las próximas semanas en América Latina y particularmente en Ecuador.
Al 30 de noviembre se han registrado en nuestro país 192 685 casos confirmados y 13 461 fallecidos, de acuerdo a cifras oficiales del Ministerio de Salud Pública (MSP). Como todos sabemos, la realidad es otra. La limitada capacidad que tiene el Estado para realizar pruebas de detección del virus, al igual que los laboratorios que han sido acreditados para ello, hace que el número de contagiados y de fallecidos por la covid-19 sea sustancialmente superior. Cifras del Registro Civil reportan hasta fines de noviembre 38 680 defunciones por encima del promedio de años pasados. Por ello no es exagerado mencionar que desde el inicio de la pandemia hayan muerto entre 40 a 50 mil personas.
Lo inquietante es que, a más de que estas cifras no reflejen la realidad, el Ministerio de Salud y otras instancias llamadas a intervenir en estos casos no hagan su trabajo a cabalidad. Da la impresión de que están bajando la guardia y esperando al momento en que comiencen a llegar las primeras vacunas a Ecuador.
Existe malestar en los médicos y personal de salud de los hospitales públicos. No se diga de los que dependen del Instituto de Seguridad Social (IESS). Informes de prensa revelan que hasta el mes de octubre cerca de 2 000 trabajadores de la salud han renunciado de hospitales públicos por temor a contagiarse. Esto debido a que se encuentran desprotegidos y no cuentan con los implementos necesarios de bioseguridad.
Al inicio de la pandemia vimos con suma preocupación cómo colapsaron los hospitales en la ciudad de Guayaquil y otras ciudades el país. Esto llevó a que cientos de personas no puedan ser atendidas oportunamente por la saturación de las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI) y que, debido a ello, pierdan la vida en sus hogares o incluso en la vía pública. Eso no puede volver a pasar.
Es realmente muy complicado volver a imponer medidas de confinamiento a nivel nacional. Esto sería devastador para la economía y sería muy difícil de aplicar. Sin embargo, esta es una de las medidas más efectivas para frenar la propagación del virus.
En estas circunstancias, lo que puedan hacer los ciudadanos a este respecto puede ser clave. De ahí que es importante que tanto el gobierno nacional como las autoridades locales den continuidad a las campañas de prevención. En ese sentido, poner énfasis en la necesidad del uso de mascarillas, lavado frecuente de manos, distanciamiento social, mejora de la ventilación en sitios cerrados, quedarse en casa si se presentan síntomas y minimizar el contacto social.
Esto último puede ayudar bastante ya que se acercan las festividades de Navidad y de Fin de Año. Es necesario que, más allá de lo que pueda hacer el Estado, los ciudadanos tomemos las debidas precauciones.