Quizás nado contra corriente en esta época en que hay un giro político en la región en que no se cree en el multilateralismo y si en los nacionalismos egoístas, que se impulsan los intereses individuales y no compartidos ni solidarios, se promulgan fórmulas bilaterales y no multilaterales; pero yo sí creo en la integración, al menos para un país como el nuestro, que une naciones con un fin de beneficio común a pesar de que tengan gobiernos de signos políticos distintos, ya que esa es la democracia.
El 1º de este mes se cumplieron veinte años de la suscripción, en Brasilia, de la primera declaración conjunta de los países de América del Sur. En este documento, que resulta histórico, los representantes de los doce países resolvieron crear una agenda conjunta para la integración regional de este enorme pedazo del sur de América.
Este hecho fue la concepción de la política exterior brasileña de considerar a la región, de Panamá hacia el sur, como ámbito natural de su influencia geopolítica y estratégica. Fue sobre esta base, y siempre bajo su aliento, que en 2004 se creó la Iniciativa Sudamericana para la Integración de la Infraestructura Regional (Iirsa), que sería el embrión de lo que en 2008 se constituiría en la injustamente denostada Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur), cuyo certificado de nacimiento suscribieron los doce presidentes de la región en la misma Brasilia.
Se dice, para echar abajo la organización, que esta se politizó y giró a la izquierda. Nado contra corriente: no creo que fue así y si lo fue representó un giro político democrático regional. Una prueba: los dos primeros Secretarios Generales fueron colombianos, país cuya inclinación política no puede decirse que haya sido de izquierda, y el que pretendía serlo y que no se concretó, fue argentino propuesto por Macri. En estos últimos años varios países han dado un giro, igualmente democrático, a la derecha y la Unasur debería estar funcionando.
Participar en la creación de Unasur fue un logro para el Ecuador. Y mayor el logro obtener la sede de la Secretaría General para Quito y, algo más que se olvida, la designación de un ecuatoriano como primer Secretario General: el ex presidente Rodrigo Borja. Pero así mismo, fue un fracaso o desinterés de Moreno y de sus dos primeros cancilleres, poder destrabar desencuentros intrarregionales y acabar con la organización, más aún cuando la OEA es inoperante y la Celac inexistente. Era o es la única edificación relevante de una organización internacional con sede en nuestro país y no la podemos perder.
Es un desafío para el próximo gobierno, cualquiera que sea, lanzar una ofensiva para revivir Unasur, modificar su estatuto y proyectarla desde Quito, como bloque negociador sólido con otras grandes potencias y bloques. Prosur, la organización alternativa creada para sustituirla, no despega ni funciona.