Cuando un golpe de Estado cruento derrocó a Salvador Allende, presidente socialista de Chile que llegó al poder por el voto popular, la casi totalidad de los violentos que incendiaron Chile hace un año no existían.
Es probable que la mayoría de los manifestantes tampoco hubieran nacido en 1988 cuando un plebiscito puso fin a la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Acaso, algunos de los mayores eran apenas unos ‘cabros chicos’, como se les dice en lenguaje popular en Chile a los niños.
El Gobierno de la Unidad Popular intentó instaurar un régimen de izquierda por la vía de las urnas.
Salvador Allende fracasó, en parte por inoperancia, en parte por el radicalismo desatado y también por el boicot de grandes conglomerados empresariales y la mano del gobierno de Estados Unidos.
Aquel 11 de septiembre de 1973 las ondas de Radio Quito traían flashes y boletines informativos desde el país de la estrella solitaria con las novedades del golpe.
El bombardeo a la Casa de la Moneda (así se llama el Palacio de Gobierno) terminó de ablandar a los leales al gobierno.
El Dr. Allende fue asesinado y los militares formaron un cuadriunvirato que quedó en poco tiempo reducido al poder omnímodo y férreo del Gral. Augusto Pinochet.
La represión fue violenta. Persecución a los altos cargos del gobierno derrocado, apresamiento de estudiantes y de dirigentes de izquierda; la afrenta del Estadio Nacional, masacres y torturas. Largos exilios.
Control de los medios o alineamiento y tensiones con la Iglesia Católica que jugó un papel importante en defensa de los Derechos Humanos, o lo que de ellos quedaba.
Todo respondía a una visión geopolítica que no permitiría un gobierno socialista en Sudamérica luego de la experiencia cubana, de las guerrillas en Venezuela y sobre todo, de Colombia. Los regímenes militares de mano dura se imponían ahogando intentos subversivos a sangre y fuego.
En el mapa económico la apertura y apuesta por la producción de los tecnócratas que colocó Pinochet en los altos cargos trajeron estabilidad y crecimiento.
Eso sí el cobre siguió siendo del Estado pero manejado con eficiencia: una vaca que daba leche en abundancia todos los días.
En 1988, quince años después por la presión social y por el malestar internacional el general hizo una apuesta fuerte y sometió a plebiscito a la Constitución y se aseguró una senaduría vitalicia.
El modelo de la Concertación de socialistas y demócrata-cristianos, que dio gobernabilidad, no solucionó las inmensas brechas sociales ocultas en las cifras favorables del crecimiento. Hace un año estallaron en protestas populares y enormes manifestaciones, de una agresividad insospechada. Así llega el plebiscito del domingo.
Podrían quedar las cosas como están. Podría llegarse a una constituyente con 155 representantes electos o una mixtura entre legisladores actuales y electos, con paridad de género. Vendría otra Constitución.