Impresionante. Me refiero al número de personas y movimientos políticos que han inscrito sus candidaturas para las elecciones seccionales. Impresiona ver a este gran ejército de aspirantes a alcaldes, prefectos, concejales,… muchos de los cuales han salido de la nada a la luz. Sin duda que el cambio de régimen ha favorecido semejante fecundidad en todo el país.
Hasta el viernes, 21 de diciembre, se habían registrado 62 757 candidaturas. Junto a las caras conocidas, dada su insistente presencia en la vida pública, aparecen, muchos con vocación de estrellas fugaces, miles de aspirantes sin historia, ni ideología, ni experiencia, ni trayectoria relevante en el servicio público. Eso sí, con el discurso bien aprendido y las promesas genéricas, como los medicamentos (¿útiles, inútiles?) que consumimos la mayoría de los ecuatorianos.
Visto lo visto, cabe pensar, en medio de este batiburrillo de ofertas, que hemos llegado a un punto de relativismo ideológico y organizativo de primera magnitud. Nuestros mayores recordarán aquellos ya viejísimos tiempos del bipartidismo entre conservadores y liberales que no sólo reflejaba dos maneras de armar la política sino también de entender la vida y la historia. Hoy asistimos al crepúsculo de las ideologías como fuerzas dominantes y, así, más que el partido, parece importar la figura, el personaje o personajillo que aglutina intereses personales, familiares o de grupo.
Llama la atención la enorme movilidad que se da en tan corto espacio de tiempo. Parece que el cambio de camiseta es algo fácil de hacer, algo que se comprende, justifica y disculpa. Razón tenía el político de mi pueblo que cuando yo le preguntaba, todavía lleno de sorpresa dada mi juventud, cómo era posible tanto transfuguismo político, me respondía: “Ay, Julito, en política sabes con quién te acuestas, pero nunca sabes con quién te levantas”. Las alianzas surgen como hongos y con la misma facilidad se deshacen.
¿Será que hoy, más allá de las ideologías, principios, lealtades, proyectos políticos y sociales, lo que priman son los intereses económicos y de poder? Da la sensación de que, cada vez más, la política se va convirtiendo en una forma de empleo capaz de garantizar, aunque sólo sea por una legislatura, un buen sueldo.
Mi viejo profesor de ética política solía decir que, cuando falta la identidad, se acaba desvaneciendo la pertenencia. Importan entonces los intereses inmediatos y se acaba abriendo la puerta a todas las corruptelas. Bueno será que lo tengan en cuenta los ejércitos de salvación que en estos días se han agolpado en todas las provincias a las puertas del CNE. Y que lo tengan en cuenta también los ciudadanos a la hora de fiscalizar el actuar de los nuevos servidores públicos. No se olviden de que semejante función nunca se delega de todo y que, cuando eso ocurre, nos acaban metiendo gato por liebre.