La realidad del Ecuador en el entorno internacional de hoy, hace innegable que el país deba caminar hacia una mayor y moderna apertura comercial que lo integre mejor al mundo, procure su competitividad, asegure un intercambio transparente, que lo impulse a un desarrollo sustentable.
El arancel de importaciones vigente, estructurado sobre cuatro niveles 5, 10, 15 y 20% (con excepciones) es resultado del Arancel Externo Común negociado con nuestros socios andinos en 1995, que poco tuvo de común porque Bolivia gozó de un trato especial y no obligó al Perú; sin embargo, sirvió para reducir aranceles nacionales inspirados en el proteccionismo y para formar una unión aduanera imperfecta que facilitaría la negociación comercial en bloque.
Bien se sabe que cada país andino tomó rumbos distintos en las negociaciones comerciales con terceros países y que el sueño de la unión aduanera andina se esfumó. Hoy, tenemos un arancel perforado que afecta la competitividad de nuestros sectores productivos, incentiva el comercio informal, no otorga protección eficaz a la producción nacional ni promueve el fortalecimiento del mercado subregional. Es un arancel obsoleto.
Datos del Banco Mundial a 2018, dicen que el nivel de protección arancelaria promedio ponderada para bienes manufacturados en la región, oscila entre 0,5% de Chile y 9,7% de Venezuela. Ecuador registra 9%, superado por Brasil con 9.3% pero muy lejano del 0.9% de Perú y del 3.3% de Colombia. Este nivel cambia si se excluye el comercio de hidrocarburos e incluye al sector agrícola, pero advierte que hay espacio para trabajar una reforma arancelaria que nos integre mejor al mundo buscando mayor competitividad.
Una reforma arancelaria que debemos abordarla rompiendo paradigmas consumistas en nombre del libre comercio. Aceptando que el arancel es una herramienta para promover el desarrollo, lo cual implica un balance de su impacto en la producción y el empleo en relación con el bienestar de la población. Llegar a la liberalización comercial de brinco en brinco, producirá mayor desempleo, la población terminará defraudada y el modelo será fallido. Las reacciones sociales en Chile de 2019 conocidas como “el estallido”, en parte demuestran que el crecimiento pierde sentido cuando deja de beneficiar a la mayoría.
Un nuevo arancel debe impulsar la fluidez comercial, neutralizar las prácticas desleales que afectan a comerciantes formales y a productores nacionales a través del arbitraje de medidas de competencia comercial oportunas, eficaces, ejemplares y dirigidas; y, asegurar siempre un intercambio abierto en condiciones equitativas. Así lo hacen hoy las economías más abiertas del planeta.
Con objetivos claros, el camino hacia una mayor liberalización comercial debemos iniciarlo ya, recorrerlo a paso firme y ordenado.