El Ecuador atraviesa por uno de los momentos más duros de su historia. Los efectos de la covid-19 en la economía y en la salud van a ser tremendos. Sin embargo, pese a estar hiperconectados y tener a nuestro alcance mayor cantidad de información, todavía no somos conscientes de lo que pasa y de lo que se viene.
Han pasado décadas desde la Gran Depresión de 1929 en los EE.UU., de la crisis que asoló a Europa luego de la Segunda Guerra Mundial o la gran recesión que se presentó en 2008… Parecería que esas cicatrices que significaron mucho dolor y sufrimiento siguen muy presentes en la memoria de muchos.
Los ecuatorianos, pese a que estamos a las puertas no solo de una situación crítica sino incluso del colapso del Estado, no damos soluciones ciertas a los problemas que se están presentando. No sé si esto se debe a que no hemos pasado por una crisis como la de 1929, una cruenta guerra o una catástrofe natural como para tomar conciencia de que es necesario arrimar el hombro, ser solidarios y unidos en momentos de crisis.
Pese a que algo intenta hacer el Gobierno, ya que la Ley de Apoyo Humanitario y la Ley de Ordenamiento de las Finanzas Públicas no solucionan los problemas de fondo, la sociedad está dividida, azorada y devastada por la situación generada por la pandemia. En momentos de crisis es cuando deberían brillar los líderes, especialmente la clase política. No obstante, cuando vemos las acciones del Gobierno (que adolece de liderazgo, gente capaz y, sobre todo, honesta) y de los actores políticos, el desconsuelo aumenta. Sólo veamos el papel que cumplieron la bancada socialcristiana y correísta en el tratamiento de las dos leyes que acaban de ser aprobadas por la Asamblea Nacional. Más allá de esta penosa y deslucida actuación, ¿qué proponen? ¿Dónde están las alternativas?
Salvo ciertas y escasas excepciones, la clase política nos ha fallado. ¡Qué sana envidia despierta ver a la canciller alemana Ángela Merkel, a las primeras ministras de Nueva Zelanda, Finlandia, Noruega…!
Esta crisis nos está llevando a tocar fondo y a replantearnos muchas cosas. La economía, la política, el modelo de Estado, nuestra inserción en el mundo, el tipo de individuo y sociedad que queremos tener…
Más allá de lo que se haga en cada sector, esta coyuntura debería permitirnos ver aspectos claves como Estado y sociedad. Aspectos prioritarios que podríamos tomar en cuenta en un corto, mediano y largo plazo. No solo para evitar que otra pandemia nos azote de nuevo. Es fundamental que tengamos claridad a dónde queremos ir.
¿Estamos hablando entonces de re formular ciertos aspectos y promover un nuevo pacto como sociedad? Posiblemente este sea el camino. Sin embargo, ¿con quién? ¿Con la actual clase política? ¿Con la actual dirigencia indígena y de los trabajadores que todavía no han visto de que el mundo cambió? ¿Con aquellos empresarios que no se duelen del país?