¡Qué fijación tenemos los ecuatorianos con las leyes! Luego de tantas frustraciones no entendemos que por más que ellas contengan las mejores ideas, si no son priorizadas por la colectividad y por los tomadores de decisión, y canalizadas a través de políticas públicas, planes, y recursos, no sirven de nada; o tal vez se conviertan en instrumentos simbólicos para desatar eventuales movilizaciones de quienes son favorecidos por ellas.
Ahora, claro está, que una mala ley, usada para propósitos particulares, se convierte en un instrumento de estancamiento. Entonces es necesario cambiarla. El gobierno del presidente Lasso quiere reformar la Ley Orgánica de Educación Superior (LOES) con la intención de corregir algunos de los graves problemas que tiene la educación universitaria. ¿Ese es el camino para tener una mejor universidad? No, pero es el único que por el momento se abre para construir el cambio.
Lo cierto es que la crisis universitaria no es solo producto de la presente ley que sustenta un modelo universitario caduco y tecnocrático. La crisis tiene múltiples causas, algunas de ellas se sumergen en el tiempo. Hay que ir tras ellas para comprenderlas y superarlas.
Se requiere estudiar, desde la filosofía y la historia, los diversos modelos de universidad que han transitado por el sistema educativo universitario ecuatoriano. Sus aciertos y errores. Entender críticamente la visión de nuestros más importantes reformadores, Manuel Agustín Aguirre y Hernán Malo González, cuyas ideas penetraron parcialmente el sistema universitario. Valorar cuáles de ellas son vigentes; discutir la relación y el compromiso de la universidad contemporánea con la realidad, el cambio social y el compromiso con los pobres; repensar la autonomía universitaria, el cogobierno y la democracia; rehabilitar las libertades de cátedra, pensamiento y expresión; redimensionar la docencia en diálogo con la investigación; establecer la respuesta tecnológica adecuada al contexto local.
Hay que desentrañar los desafíos de la universidad de un país ubicado en los márgenes del capitalismo, de la globalización, de la revolución de la información, de la inteligencia artificial y biotecnología controladas por las grandes corporaciones. Establecer realistamente las estrategias para disminuir las brechas con el primer mundo cada vez más distante. Reubicar las exigencias a las ciencias sociales, humanidades, historia y educación de un Estado pendiente de incorporar la interculturalidad y la plurinacionalidad a sus relaciones. Superar el viejo y vigente paradigma universitario ilustrado y romántico por otro inspirado por las corrientes posthumanistas.
No, no puede quedar el asunto en la reforma de una ley. En cambiar uno u otro artículo y construir otra colcha de retazos. Debemos ir a un proceso de reflexión sustancioso, que nos lleve a la nueva universidad.