Además de gran orador y buen escritor, Barack Obama es un gran lector. Corrijo: es un gran orador porque es un gran lector –como lo fue en sus días Velasco Ibarra– y aprovecha su influencia para recomendar cada año sus favoritos. El año pasado incluyó en la lista a ‘The Undocumented Americans’ de Karla Cornejo, una joven migrante ecuatoriana que escribió en inglés un texto descarnado y conmovedor sobre la tragedia de la migración a EE. UU. Es una mezcla de diario personal y testimonios de muchos migrantes enfrentados a una sociedad racista cuyo Gobierno los desampara. Tan poderoso y bien narrado es el libro que fue seleccionado por el New York Times entre los mejores del 2020.
Ahora, en la lista que Obama sugiere para el verano se halla ‘Un verdor terrible’ de Benjamín Labatut, que en inglés lleva el título de uno de los relatos: ‘When we cease to understand the world’ (Cuando dejamos de entender el mundo). Sí, es otro acierto de Obama pues se trata de un libro estupendo e inclasificable, “extraño e intimidante” como lo han calificado, que tuve la suerte de leer porque me lo trajeron a regalar desde Santiago.
El talento de Labatut –chileno, criado en Holanda y que a veces escribe en inglés– radica en haber convertido en personajes literarios a una serie de atormentados y geniales científicos que protagonizaron descubrimientos que cambiaron al mundo y nuestra manera de verlo, tales como el principio de incertidumbre de Heisenberg, base irrefutable de la física cuántica; o los agujeros negros que presagió desde las trincheras Karl Swarzschild, otro físico iluminado que fungía de humilde artillero en la Primera Guerra Mundial.
Esas ideas, muchas veces áridas e incomprensible, encarnan en personajes y se leen como un relato de las grandes aventuras del conocimiento, a veces tenebrosas o masoquistas o de un verdor terrible, llevadas a cabo por las mentes más brillantes de la humanidad, que pueden desembocar en la locura o la miseria. Pero a Labatut le atrae el genio, no la locura, esos momentos cuando la inteligencia y la creatividad de un Einstein y su adversario Bohr alcanzan la lucidez extrema. “Me fascina lo que ocurre con la mente del ser humano cuando se topa con un límite –dice–, algo que excede su comprensión”.
Al final del día, el libro nos deja la sensación de que el resto de mortales seguimos pensando pedestremente con una razón cuyos fundamentos volaron en pedazos el siglo pasado. “Si antes sufríamos los delirios de la fe, ahora sufrimos los de la razón y estamos más perdidos que nunca”, exagera la nota el chileno de 41 años.
Supongo que Obama no estará de acuerdo con esto, no tiene por qué, pero el hecho de que recomiende una obra audaz y novedosa indica que este político de alto nivel tiene la mente abierta a los vientos que soplan de todas las latitudes.