El drama político de la sociedad ecuatoriana permite que la primera vuelta presidencial se asimile a los juegos que en la escuela o el colegio llamaban la “hora social”. En ellos, el inspector daba el tiempo para cualquier entretenimiento por la ausencia de algún profesor. En Ecuador de febrero 2021, el elector sin ninguna guía o identificación política o ideológica, puede hacer con su voto lo que quiera, incluso votar por varios candidatos presidenciales que le plazca; expresamente, no está prohibido dibujar lo su imaginación santa o perversa desee. Ya para la segunda vuelta se podrá razonar de diferente manera, pero los legisladores electos ya habrán empezado sus cuatro u ocho años. Allí se encuentra ferroviariamente “la Nariz del diablo” de la política ecuatoriana. ¿Por qué no se eligen a los legisladores en las segundas y se evita 16 aspirantes a Carondelet en la primera?
En tal sentido será muy difícil que, en el Ecuador de los juegos infantiles, los resultados primeros expresen una polarización que se traslade a la segunda; menos aún, la captación de la jauría que no resultó clasificada y que aspira a migajas desde una o dos curules.
En cuanto al escenario legislativo la situación varía y se puede estimar que hay tres opciones.Lo ideal sería, en primer lugar, una polarización de posiciones , terceras opciones menores que pueden alinearse con uno de los bandos de la final. Esto conduciría a un debate permanente entre la bancada ganadora o gobiernista y la que se definiría de oposición. Una situación de esta naturaleza podría extinguir la vida a silvestre del “hombre del maletín” . Lo segundo, es la formación mediante pactos públicos y concretos de grupos de bancadas menores con un mínimo de puntos consensuados y expresados por una sola voz rotativa. Finalmente, una tercera opción por la vía de la repetición es el caos que desde la legislatura abarque a todo el Estado.
En el corto lapso entre la primera y segunda vuelta todos los ciudadanos deben volcarse a un proceso diferente dedicado exclusivamente sostener al próximo presidente constitucional que se elija. Sin apoyo colectivo o pacto social similar al de Chile que logró subsanar las violentas asonadas populares con un procedimiento, no previsto en la constitución, pero con un apoyo popular del 75 por ciento a título de referéndum.
Lamentablemente en el Ecuador, no aparece en el firmamento líder, movimiento o partido capaz de cumplir el mandato de mantenerse en el poder sin el concurso de una expresión popular inmediata. Con o sin asesores “avezados” o novatos, gobernar el Ecuador 2021 y siguientes años solo con la actual ley suprema es muy poco probable. Aunque resulte odiosa la comparación con el inicio socialista, el presidente electo como primer acto debe convocar a una constituyente para reformas parciales e inmediatas. Menos que una nueva constitución, pero más que una decisión de un parlamento que puede nacer destartalado.