Hora gris para la humanidad

No lo pudo Trump, ni Putin y tampoco Xi Jinping, fue un nano virus invisible y microscópico el que logró inmovilizar al mundo en cuestión de días, probar la fragilidad de las potencias mundiales y sobrecoger de miedo a siete mil millones de habitantes del planeta, no hay fuerza ni poder a su altura, el dinero, la política e incluso la ciencia son aún incapaces.

En tiempos en que la ciencia y la técnica han avanzado tanto y son capaces de informarnos simultáneamente lo que sucede en otro continente a 10 mil kilómetros de distancia o de volar un avión con más de 400 toneladas y 500 personas en su interior, resulta irónico que un diminuto cuerpo que ponga a temblar al mundo entero.

Es que el codiciado desarrollo ostentado por una parte de la tierra y sus gobernantes, el primer mundo, resulta ahora insignificante e inconsistente frente al poder divino para unos o de la naturaleza y su admirable ecosistema para otros, a los cuales se lo ha despreciado y agredido sin clemencia perdiendo el horizonte de nuestro cometido en la tierra, cambiando la dirección de nuestro comportamiento de manera grosera y tosca y degradando la condición humana a un nivel irracional.

La fijación del hombre moderno se ha dirigido a conseguir los más altos niveles de producción y consumo, visibles a través del crecimiento del PIB, que les permite vender más, explotar y sobre explotar los recursos naturales, violentar el reino animal, destruir su hábitat, acumular capital financiero, logrando dominio y subyugación de sus semejantes sin importar el costo económico, financiero y peor social. La historia nos recuerda eventos, como las guerras mundiales, las actuales de Siria, Iraq, Irán, la aberración de los sistemas totalitarios, la agresiva explotación minera, la contaminación ambiental, el narcotráfico, etc.

Hoy la arrogancia y la soberbia humana tienen su revés, se pone a prueba su fragilidad, su capacidad de reflexión para enmendar y corregir la tendencia materialista de la gobernanza mundial que ha llevado a construir una sociedad inequitativa que grita por todos sus poros por la humanización de la economía y de las investigaciones científicas, la disminución del gasto en armamento, la construcción de un mercado laboral transnacional, en suma, la urgencia de volver al ser humano el centro de toda actividad, inicio y fin de la cadena de producción, utilizando la globalización como mecanismo de estandarización de la educación, de la cultura, del trabajo, de la redistribución de ingresos para satisfacer las necesidades de toda la población y acortar las enormes brechas económicas y sociales vergüenza de la humanidad.

Si salimos de esta crisis será unidos y dispuestos a darle rostro humano a la economía y a la sociedad, el mundo entero deberá reconocer su falibilidad y cambiar su escala de valores, entender que es la solidaridad y no el dinero, ni las guerras lo que nos hará grandes, deberemos empezar de cero y con humildad.

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