Acontecimientos tristes en la vida nacional han dejado sentimientos ocultos de frustración, desconfianza y pesimismo en la intimidad individual y colectiva de los habitantes de este hermoso país. La belleza de las playas que compiten sutilmente con el mar que las besa y se retira, se adornan con collares de preciosas ciudades costaneras, desde las que se contempla en lejanía enhiestos gigantes montañosos que lucen, en mayoría, copetes níveos que los engalanan, mientras en sus faldas destacan poblados y urbes con tradición y modernidad. Como hilos de plata descienden las frías aguas que se reúnen abundantes y coquetas entre la frondosa selva de nuestra jungla oriental. Hermosas, cual encantadoras sirenas, lucen guardadoras de eras, las siempre misteriosas Islas Encantadas.
Difícil entender como tanta hermosura ha sido lastimada por innumerables vicisitudes desde el inicio de la historia patria, acontecimientos dolorosos como el asesinato de los patriotas del 10 de Agosto de 1809, un año después; el arrastre del General Eloy Alfaro y de sus lugartenientes; la peor tragedia patria, el cercenamiento territorial de 1941; luego la guerra de Paquisha y en lo deportivo, amargas derrotas internacionales en varias disciplinas.
Se han vuelto vetustos varios calendarios y del interior de las células de los Espejo, de los Montalvo, Morales, Quiroga, Cañizares, Montúfar y otros patriotas y mártires, revivió el impulso reivindicador y dignificante que hinchió los corazones y espíritus que, con valor y sangre, purificaron, en el Cenepa, el tricolor y el suelo patrio al que cobijan.
El deporte ha lucido estrellas solitarias: Pancho Segura, Spencer, Aguinaga y Andrés Gómez. Cuál cometa encendido, en 1996 en Atlanta, un marchista azuayo, de humilde origen, y gran decisión, puso incandescente al orgullo nacional al hacerse acreedor a la primera medalla de oro olímpica alcanzada por un deportista ecuatoriano. Luego, en Pekín, en el 2008, obtuvo la medalla de plata.
Hoy, el Ecuador está pletórico de alegría, un hijo suyo, modesto, carchense, se ha convertido en el primer ciclista en la historia con podio en las tres grandes vueltas ciclísticas del mundo y con oro olímpico: primer puesto en el Giro de Italia, segundo lugar en la Vuelta a España, tercera ubicación en el Tour de Francia y su mayor conquista, que nos enaltece a todos los que, junto a él, vertimos lágrimas de alegría, al ver izar nuestra bandera y al escuchar, en las Olimpiadas del Japón, las notas de nuestra canción patria. Gracias Richard Carapaz por triunfar, a pesar de la irresponsabilidad y de las cuestionadas actuaciones del Comité Olímpico Ecuatoriano.
Estas emociones intensas nos hacen olvidar que nos invade la corrupción y que debemos combatirla firme y permanentemente, pues ha estallado una enorme discrepancia: mientras nuestros atletas ganan y ganan bien… en el exterior, aquí, en nuestra patria, hay jueces y fiscales corruptos que absuelven a delincuentes y una asambleísta que invita y da normas para robar, pero para robar bien.