La semana pasada, el agua comenzó a negociarse en el mercado de valores a futuro como el oro o el petróleo. Esta innovación financiera permitirá a los usuarios, principalmente del sector agrícola y las compañías de agua potable, encontrar una manera eficiente y transparente para cubrir sus riesgos.
Esta noticia entusiasmó a uno de los candidatos presidenciales en Ecuador, que anunció que se debería exportar agua en lugar de petróleo. La propuesta de inmediato generó críticas y burlas. Evidentemente, la imagen de un país exportando barriles de agua podría causar una que otra sonrisa. No obstante, y sin que esto constituya respaldo a posición política alguna, es clave mirar este asunto sin menosprecio.
Para empezar, el planeta atraviesa una transición energética para reducir el consumo de combustibles fósiles y enfrentar el calentamiento global, que se ha convertido en un verdadero enemigo público, en especial para los jóvenes. La economía ecuatoriana deberá aprender a sobrevivir sin depender tanto de las exportaciones de petróleo.
Entonces, ¿podremos vivir del agua? Para darle seriedad a este planteamiento, más que exportar barriles de agua, es importante pensar en los servicios que presta. Además del consumo humano y de los sectores productivos, el uso sostenible de agua puede transformar las economías. Algunos países ya lo están haciendo.
Panamá, por ejemplo, vive de la exportación de agua. Simplificando: su canal se llena de agua dulce, sube los barcos, los lleva al otro lado, desaloja el agua y los baja, usando millones de galones de agua cada día. Por este servicio el fisco recibe casi a USD 1800 millones cada año. Dada su dependencia del recurso hídrico, el país incorporó un sistema de reciclaje para reutilizar el agua en lugar de verterla al mar e implementó una estrategia de conservación de las cuencas hídricas para proteger sus fuentes.
Costa Rica es otro caso que indirectamente vive de la exportación de agua pues es el insumo clave de sus servicios ambientales y biodiversidad. La conservación de sus bosques húmedos le ha permitido desarrollar el sector del ecoturismo, la agroforestería y otros. Anualmente, el turismo contribuye con ingresos de alrededor de USD 4 mil millones. Ha lanzado un ambicioso plan de descarbonización para terminar su dependencia de combustibles fósiles. Un estudio costo-beneficio realizado por el BID muestra que en 30 años este plan arrojaría beneficios de USD 41 mil millones.
Cuando se hace un análisis económico más riguroso, entonces tiene sentido apostarle a la gestión eficiente y sostenible del recurso hídrico. Obviamente, no podemos ser ingenuos. El Ecuador seguirá dependiendo del petróleo por mucho tiempo, pero es imprescindible pensar en un modelo diferente, más verde y sostenible.