El sábado pasado pregunté al obispo primado de la Iglesia Episcopal de EE.UU., Michael Curry, por qué sigue habiendo en su país tantos anglicanos, católicos, evangélicos, bautistas, luteranos y de otras denominaciones, partidarios de Donald Trump, con cuyos votos podría ganar de nuevo, cuando este se empeña en mostrar cada día su racismo, machismo, mitomanía y corrupción.
Curry, primer afroamericano obispo presidente y primado de la Iglesia Episcopal de EE.UU., alcanzó fama mundial al haber sido escogido por Meghan Markle y el príncipe Harry para que predicara en su boda, el 19 de mayo de 2018, En aquel sermón puso énfasis en el poder redentor del amor y, en el breve espacio de 13 minutos, engarzó su reflexión con citas de Martin Luther King, las epístolas y hasta del jesuita y científico francés Teilhard de Chardin (compruebe en YouTube su estilo entusiasta y su poder de comunicación en ese famoso sermón). Vino invitado por la Iglesia Episcopal, de comunión anglicana, y en las 48 horas en que permaneció en Quito se dio tiempo para un encuentro ecuménico con representantes de todas las denominaciones cristianas, en la U. Andina Simón Bolívar.
Con su entusiasmo y convencimiento característico, y con ese mismo énfasis en el poder del amor, contestó a mi pregunta. “Yo no puedo hablar en nombre de ellos”, me dijo, riéndose sonoramente, con sus ojillos pícaros tras sus gafas redondas. “Lo que sí sé es que puede que ellos se llamen cristianos, pero no lo son”. Usar el nombre de Cristo para un discurso de odio, totalmente opuesto al amor de Dios del cual debemos ser testigos, es renunciar a serlo, afirmó. Siguió un par de minutos, que no alcanzo a reportar aquí, en una respuesta convencida y contundente.
Aquel discurso de odio resuena de nuevo estos días con la grosera declaración de Trump de invitar a las cuatro jóvenes congresistas de color que más se le oponen (A. Ocasio-Cortez; A. Pressley; I. Omar y R. Tlaib) a que se vuelvan “a su país”, cuando las cuatro son estadounidenses, tres de ellas por nacimiento. Es el pistoletazo de salida de su campaña a la reelección, convencido de que el odio le va a volver a llevar al triunfo, igual que hace cuatro años, cuando acusó de “violadores” a los mexicanos. Asombra que el partido Republicano haya renunciado a sus principios y no sea más que comparsa del culto a la personalidad. La pútrida bandera del racismo, la demonización de los extranjeros y de las minorías también funcionan en otros países como lo muestra el triunfo de Boris Johnson en Gran Bretaña, y el poder de los fascistas auto complacientes que hoy gobiernan Italia, Hungría, Filipinas, Brasil, Venezuela o Nicaragua. Lo único que cabe, nos dijo Curry, un verdadero apóstol, es optar por contrarrestar al odio con amor, construir fraternidad y tejer redes de solidaridad.