A usted lector le están viendo la cara de tonto. ¡Sí! ¡A usted! Y, a mí también, por supuesto. Bueno, tampoco es una novedad, es una de las actividades favoritas de algunos funcionarios públicos. Parecería que esa es su pasión, su verdadera vocación, su deleite.
Me refiero al descaro de la defensa que Yunda (y otros personajes terribles) esgrimió para que no se le aplique el proceso sancionatorio. “Y los votos de este alcalde no valen?” Así – con falta de ortografía – el ex alcalde de la capital tuiteaba su excusa para aferrarse al puesto. “Agotaré todas las instancias que me permita la ley, no por aferrarme al cargo sino por el derecho de los electores.” ¡Qué altruista! ¡Qué adalid del derecho de los ciudadanos!
Según esta visión, los electores tienen el derecho a que – no importa los crímenes, irregularidades, corruptelas – nada saque del cargo a los individuos electos. Es decir, la elección permite hacer cualquier porquería, y no se puede perder el cargo porque afectaría la decisión de los electores. ¡Qué divertida forma de entender la democracia!
La expresión de los electores no sería algo así como “escojo que esta persona ejecute el plan político que ha presentado, sujeto al cumplimiento de la ley”, sino un cheque en blanco del estilo, “esa persona tiene que gobernar sin importar que rompa normas, sin importar que pierda la confianza de los organismos colegiados de fiscalización, sin que nada perturbe su disfrute.” Les soy franco, no me sorprende que Jorge Yunda haya pensado así. El conocimiento técnico del derecho o de la democracia nunca ha sido su fuerte. Lo suyo es el populismo, el vóley, y contar cachos.
Pero la sorpresa mayor vino de la jueza que tuvo a su cargo la acción de protección con la que Yunda quiso enjuiciar a los concejales que le removieron del puesto. Esta mujer -pocos días antes de que aceptara el juicio- tuiteó “¿Es una distorsión de la democracia, que 15 personas puedan cambiar algo que fue decidido por el pueblo en las urnas?” Dejando de lado la discusión sobre la grave falta de neutralidad de la jueza, hay que enfocarnos en su tremendo déficit de educación. ¡Qué campeona!
Me parece alucinante que sea relevante aclararlo. Sí, es posible que alguien electo pierda su cargo. No, eso no vulnera los derechos de los electores. Los entes de fiscalización pueden destituir y remover en caso de mala gestión. Esto no es antidemocrático. Al contrario, en la esencia del sistema está la división de poderes, los frenos y los equilibrios para el ejercicio del poder.
Espero que no seamos tan torpes como para creernos que fiscalizar y remover a una autoridad por irregularidades es vulnerar el derecho de los electores o romper la democracia. En serio lo espero. De lo contrario merecemos saborear un país gestionado sin límites al poder.