Que fue un error haber entrado a la dolarización, que hay que pensar seriamente en salir de la dolarización, son expresiones atribuidas a candidatos y políticos en campaña, aunque por hoy la mayoría ofrece protegerla y robustecerla. Al ser un tema de alta trascendencia para el Ecuador, se presta como trama y slogan de campaña de la mayoría de los tantos binomios que aspiran entrar a Carondelet.
Sin embargo y más allá de la inconformidad de algunos y la preferencia de otros, preocupa mucho la estabilidad nacional del dólar, de hecho, más del 90% de la sociedad ecuatoriana respalda en teoría el sistema monetario en vigencia, en teoría, pues nunca se entendió que mantener como moneda nacional una moneda que no es propia, pues no es emitida por el Banco Central del Ecuador, exige una serie de compromisos por parte de los agentes económicos: Estado, empresas y personas naturales.
Si bien la adopción del dólar fue más de carácter político que propiamente técnica, su implementación y circulación trajo muchas ventajas al país: inflación baja, eliminación de la especulación, paridad de salarios a nivel internacional, etc. traducido esto en una disminución de la pobreza y mejoramiento de la calidad de vida de los ecuatorianos.
Lo contradictorio del proceso es que a sabiendas que la adopción del dólar nos trajo ventajas significativas, no hemos sido buenos custodios de ella y hemos permitido la salida de divisas de manera grotesca e indiscriminada llevando a un desbalance entre los ingresos y salidas de capital, con el consiguiente desequilibrio en la balanza de pagos, lo que ha obligado al país a incrementar su financiamiento externo y consolidar una deuda que oficialmente se estima en alrededor de 60 mil millones de dólares.
Al respecto y a manera de disminuir el déficit y proteger la dolarización, la Ley orgánica para el ordenamiento de las finanzas públicas, manifiesta “La política fiscal deberá ser formulada y ejecutada con el objetivo de reducir y estabilizar el saldo consolidado de la deuda pública …al nivel del 40% del PIB”, el FMI condiciona sus préstamos a reducir el gasto público, el Gobierno hace esfuerzos por atraer inversión extranjera, sin embargo, el déficit fiscal no disminuye y el financiamiento externo se eleva.
Mantener la dolarización y protegerla para seguir usufructuando sus beneficios no es cuestión de leyes o declaraciones teóricas que no se cumplen, tampoco de ofertas políticas de campaña, el país no soporta más endeudamiento y menos con los gastos provocados por la pandemia, si no existen los suficientes dólares que permitan solventar los gastos que demanda la economía nacional, llegará un momento que independientemente de las declaraciones oficiales, las ofertas políticas o la “voluntad” ciudadana, no podrá conservarse. Mantener una moneda ajena depende de la disciplina de todos para atraer dólares de fuera y retenerlos en el país.