Una serie de acontecimientos se proyectan esperanzadores y superan a otros que tienden a perpetuar el abuso y la injusticia: el pueblo eligió a un Presidente que ofreció luchar contra la corrupción y que está dando pasos para avanzar en ese sendero; por una parte los concejales se pronunciaron en mayoría por la remoción del alcalde Yunda, por otra, algunos ediles metropolitanos, por presiones de muy dudosa índole, han permitido modificar resoluciones previas orientadas a respetar áreas de protección ecológica y de riesgo y, al hacerlo, transformarlas en zonas adecuadas para la construcción de gigantescos programas habitacionales en áreas rurales. Una atosigante propaganda señala, a modo de hitos, los límites de transformación de las superficies verdes en profusos y voluminosos bloques de cemento.
El acceso a Cumbayá, desde Quito o viceversa, tiene cuatro posibilidades: los túneles Guayasamín, la precaria y antigua vía Guápulo, la tortuosa y larga vía Nayón y la Ruta Viva. El más directo es el de los túneles construido en la alcaldía del General Paco Moncayo e inaugurado, como primera fase, en agosto del 2005. Han transcurrido 16 años y ningún otro alcalde o concejo municipal logró culminar esa obra con las fases complementarias o alguna alternativa. En la actualidad son rutas insuficientes para el abundante tráfico vehicular.
Este, profusamente cuestionado proyecto, defendido apasionadamente por la empresa constructora y sus adláteres, afecta a una enorme población de Cumbayá, Puembo, Tumbaco, Pifo y a los abundantes usuarios del aeropuerto.
Los ejecutores del programa manifiestan que lo hacen para mejorar la movilidad del sector, entregar un mejor estilo de vida a los habitantes y crear nuevos referentes ambientales. Si éstas son expresiones verdaderas ¿por qué en simultaneidad con el levantamiento de 724 unidades de vivienda en enormes edificios multifamiliares no planifican compensar la saturación del tránsito vehicular con la gestión de ampliación de los túneles y la dotación de hospitales públicos, de estaciones de bomberos y UPC policiales? Existen esas carencias, remediarlas serían acciones que reivindicarían a los concejales y a los empresarios “altruistas” que “anhelan mejorar las condiciones de vida en el sector”.
La ambición desmedida ha conseguido que a la zonificación de Cumbayá, que históricamente permitía hacer edificaciones de tres pisos, sorpresivamente se la haya potencializado para incrementar el coeficiente de ocupación del suelo al 200% y posibilitar la construcción de edificios de ocho pisos (más metros, más dólares, más lucro). En conclusión se aniquila la posibilidad de contar con pulmones rurales que purifiquen el aire contaminado de la ciudad. Las moles de concreto revestidas con ramales y hojas no pueden reemplazar, a pesar de la incesante propaganda, al verdor ni al oxígeno puro, que obsequia la naturaleza, para prolongar y mantener saludable a una sociedad que huye del hacinamiento, de la contaminación y que anhela una vida de paz y tranquilidad. Cumbayá no es ‘tierra de nadie’.