Durante décadas quienes estudiamos relaciones internacionales, estimamos normal asumir que en Suramérica los “grandes” eran Argentina y Brasil, y que México les hacia el contrapeso. Es importante recordar que, finalizada la Segunda Guerra Mundial, Argentina era la cuarta economía a nivel global y además granero al menos de Occidente. De ello, hace siete décadas y Brasil se distancia de Argentina de manera natural, no solo porque tiene 4,5 veces más de población y casi el triple de su territorio, sino también por situaciones atribuibles a su política interna.
Así, el fiel de la balanza se movió ubicándose entre Brasilia y Ciudad de México. Hoy, Argentina, Brasil y México son parte del G-20, grupo que al no incluir a China (segunda economía global) está quedando obsoleto. Brasil por su parte, junto a China, India, Rusia y Sudáfrica conforman los BRICS que reúnen al 40% de la población y casi el 25% del PIB mundial y producen el 40% de los cereales del mundo. Se discute reformar al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y permitir la incorporación de Brasil como miembro permanente.
En nuestro continente, a diferencia de lo que viene ocurriendo en Europa desde los 60, Asia, África y en otros espacios geográficos, cada vez estamos más desunidos y cada cual tirando la cuerda hacia sus propios intereses nacionales, lo cual -en mi opinión- nos tiene condenados a no tener ni voz ni voto en el quehacer internacional. Así, por mezquindades, nacionalismos mal entendidos, egos presidenciales y disputas ideológicas trasnochadas, estamos condenados y de paso, a las generaciones futuras a ser meras comparsas.
Se dice, que cuando Bolívar estaba a punto de expirar habría expresado con inmensa decepción “… he arado en el mar”, para referirse a los ingentes esfuerzos hechos por él y otros próceres, para crear la que sería una gran nación suramericana. De esto, han transcurrido más de 200 años, seguimos desunidos y cada cual debatiéndose entre el subdesarrollo y la postración.
Se han hecho intentos por cambiar lo descrito y avanzar, pero siempre nos hemos encontrado con escollos. Fracasó el Pacto Andino, igualmente Mercosur, Unasur fue perforada, la Alianza del Pacífico (que busca el libre comercio) sigue pegada en cifras de hace dos lustros, los acuerdos de la Alalc y después de la Aladi, carecen de decisión política.
Peruanos, mexicanos y chilenos son parte del mayor conglomerado económico mundial, conformado por algo más de 20 economías (eufemismo para que pueda participar Taiwán junto a China) ribereñas del Pacífico conocida como APEC.
He traído a colación estos antecedentes, porque acaban de reunirse presencialmente en México los cancilleres de la mayoría de los países de Latinoamérica y del Caribe para intentar revivir la Celac, que aglutina a todos los países de América, con la excepción de Canadá y EE.UU. Y digo revivir, porque Brasil se retiró a comienzos de 2020 y el Celac no se reunía desde 2017. El cortoplacismo ideológico nos sigue persiguiendo y perjudicando, mientras el mundo sigue girando.