Pablo Cuvi

Comulgue no más, Mr. Biden

¡Ah, el Vaticano y el aborto! Francisco se da el lujo de abolir el mismísimo Infierno y de aceptar a medias a los gays, pero cuando se trata del aborto asume posiciones fundamentalistas. Bueno, eso en lo que respecta a la doctrina pues en lo tocante a la política tiene la sagacidad de un jesuita y la capacidad de adaptación propia del jefe de una Iglesia que va a cumplir dos mil años de sortear los peligros de este mundo.

El doble rasero se volvió patente en la reciente visita del presidente Biden. La foto oficial es puras sonrisas, pero dice ‘El País’ que el Papa suele repetir que optar por el aborto “es como contratar un sicario para resolver un problema”. El símil no tiene una gota de piedad cristiana pues criminaliza el papel del médico compasivo y de la víctima inocente, esa niña de 12 años, digamos, violada y embarazada por el padre o padrastro, que desea abortar y el Estado y la Iglesia la condenan.

Mucho se ha dicho en este viejo debate, o mejor, combate por los derechos de las mujeres. Así, más ingeniosa es la frase que lanzaron las feministas del país de Biden en los años 70: “Si los cardenales se quedaran embarazados, hace siglos que la Iglesia habría aprobado el aborto”. Sin injuriar a nadie, destacaban que se trata de un cónclave de hombres poderosos y célibes que deciden sobre el cuerpo de las mujeres.

No solo eso: contra el mismo Biden, católico de misa semanal pero que defiende el derecho al aborto, se han alzado obispos de EE.UU. Piden que se le impida comulgar pues trata de frenar los intentos de los republicanos trumpistas –los mismos que se oponen a las vacunas y al control del calentamiento global– de derogar la legislación vigente que despenaliza el aborto.

Pero el Papa, visto por muchos como peronista, no está para hacerle fieros al católico más poderoso del mundo, de manera que le dijo a míster Biden que puede comulgar cuando quiera, faltaba más. Porque si alguien sabe relacionarse con el poder político– sea este del color que fuere– ese es Francisco, un provincial de los jesuitas que mantenía posiciones conservadoras en el Buenos Aires de los años 70 y no dijo ni pío a los militares fascistas.

Hablando de píos e impíos, la verdad es que esa convivencia con el fascismo victorioso la había iniciado Pío XII en tiempos de Mussolini, al tenor del mandato bíblico que reza: “Al César lo que es del César”. Pero la intransigencia con el aborto recuerda más bien a Juan Pablo II cuando prohibía en África el uso de preservativos en plena pandemia del sida, colaborando de ese modo a la expansión de la enfermedad, que sigue sin vacuna, matando gente por millones. Ese veto irresponsable equivale a impedir hoy, al estilo trumpista, el uso de mascarillas.

Y después se lamentan de que la Iglesia católica cuente cada día con menos fieles.

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