Alfredo Astorga
¿Comentaristas mundialistas?
El vértigo del fútbol se coló en la vida cotidiana. Más aún con los resultados asombrosos de la Tri. Emociones desbordantes. Los jugadores son el foco de atención. No hay pretextos. La magia contra la lógica. Los chicos se agrandan. Los favoritos se asustan.
Los periodistas deportivos son parte del show. Alta exposición y gran influencia. Muestran avances en formatos, tomas, entrevistas, estadísticas, tecnología. Recuperan su inversión con creces gracias a los auspiciantes.
También hay limitaciones… Lo más escandaloso ha sido el afán de figuración de periodistas que cumplieron su ciclo: chismes, especulaciones, cero contraste, amarillismo. Noticias cargadas de resentimiento y deseo de dañar. Felizmente han sido ignorados o descalificados desde el interior del sector.
La argentinización de ciertos periodistas roza el ridículo. Las imitaciones se expresan en formatos, vestuario, lenguaje, poses. Ya los escuchamos decir “fútbol”, “ pibes“, “el equipo está pronto”, “bancarse al árbitro”. Copiar para sobresalir… Tenemos suficiente con las barras bravas.
Algunos comentaristas siguen siendo radiales. Describen lo que vemos sin valor agregado. Sin contarnos del ambiente, las novedades. Sin mencionar estrategias, manejo de espacios y bloques, cambios de posición. Otros actúan como hinchas ciegos … casi siempre de los equipos poderosos.
Se aprecian otras barbaridades. Autopropaganda llevada al extremo. Entrevistas entre ellos mismos. Saludos aldeanos a la abuelita y los conocidos. Repeticiones a granel. Cambio de nombre a los jugadores. Desconocimiento del entorno que rodea al espectáculo. Y a veces, simplificación, obviedades, irrespetos y unilateralidad.
En fin… nuestro fútbol ha evolucionado gracias a sus actores: jugadores, técnicos, dirigentes… El periodismo deportivo -nunca homogéneo- muestra rupturas y también viejas prácticas. El poder que ostentan -un micrófono, una pantalla- implica alta responsabilidad social. Precisamos también comentaristas de talla mundial.