Debemos interpelar sin piedad a la corrupta clase política de nuestros países. Con la pandemia se ha revelado el autoritarismo político y los sistemas de opresión y control que están ejerciendo los diferentes estados, con los que, además, se encubre y entierra la podredumbre a todos los niveles. En Chile, México o Ecuador los jóvenes han salido a las calles con rabia y dolor. Son las calles, los espacios públicos urbanos y patrimoniales, lugares desde donde miles de personas reclaman desaforadamente y con razón el que se detengan los abusos. No podemos acostumbrarnos a la corrupción y sublimar lo malo, demanda María Fernanda López, grafitera política y docente universitaria. Un proyecto liderado por ella –“Pandemia gráfica”- interpeló cada miércoles en Guayaquil la semiótica del poder. La vergonzosa frase de la Vicepresidenta: “Dios me tenía un plan” halló varios lugares en el puerto; su visita al Papa en medio de la pandemia fue considerada como un abuso y un sinsentido en un país cuyo estado es laico desde hace más de un siglo.
El emblemático puente Mariano Moreno y la Escalinata en Cuenca también se convirtieron en estos días en símbolos de lucha contra la violencia de la mujer y un aterrador femicidio en escalada. Dieciseis días de activismo liderado por colectivos de feministas hombres y mujeres terminaron en la celebración del Día Mundial de la No Violencia contra la Mujer. Un “Vivas nos queremos” fue grafiteado sobre el puente; el municipio de la ciudad pidió la búsqueda y sanción de una persona por dañar un lugar patrimonial. Mientras el concejal Cristian Zamora, buscando protagonismo político, se horrorizaba por este hecho, una caricatura de Vilma Traca lo mostraba sobre el puente, mientras el río Tomebamba arrastraba decenas de cuerpos de mujeres muertas.
Activistas y artivistas han salido a las calles desde todos los rincones del país. Priscila Solano, por ejemplo, valiente mujer en cuyos actos performativos literalmente pone el cuerpo frente a todo, una anarquía madura muy meditada, remarca la artista urbana María José Machado. De esta manera, l@s artistas van visibilizando la problemática pública…problemas que finalmente se tornarán en políticas públicas si escuchamos el clamor por legalizar el aborto, por erradicar los monopolios capitalistas de cuatro familias, por condenar a pedófilos como el Cura Cordero y tantos otros, candentes temas sobre el tapete que necesitan respuestas urgentes y viables.
Así las ciudades, el espacio público -patrimonializado o no (da igual)- se torna en un foco de resistencia de primer orden; así, los artistas y activistas urbanos, son actores claves para denunciar lo que los demás por comodidad o miedo no nos atrevemos. Por ello, ahora más que nunca, hay que financiar la disidencia, no precarizarla ¡políticos sinvergüenzas!