La tensión generada por la visita a Taipéi de la presidenta de la Cámara de Representantes del Congreso estadounidense, Nancy Pelosi ha disminuido mas no desaparecido. De todos los temas complejos en la agenda de la relación entre China y Estados Unidos, el tema de Taiwán ocupa un espacio descollante, lo cual hace que se le deba prestar atención.
La China de Mao, regresa a las Naciones Unidas desplazando a los chinos de Formosa o Taiwán en los inicios de la década de los 70 del siglo pasado. A partir de allí, sin prisa, pero sin pausa, la China continental se ha ido convirtiendo en la potencia militar y económica que hoy es, disputándole a Estados Unidos todos los liderazgos imaginables.
En un área tan lejana como América Latina para China, están cada vez más presentes desde cualquier perspectiva que se lo mire. Un solo ejemplo. En su primer quinquenio, el presidente chino, Xi Jinping, visitó 50 países. Ello incluyó cuatro giras por América Latina, visitando trece países en seis años, más que los presidentes Barack Obama y Donald Trump juntos en viajes a la región en doce años. Ello, nos muestra que Beijín tiene en su radar a todos los países, sin exclusiones.
Ni qué decir, respecto de la avalancha de inversiones chinas en nuestras materias primas, comunicaciones, carreteras, telefonía móvil, etc. Hoy, es difícil adquirir algún producto que no provenga de China.
No es razonable que un país cuya economía representa casi el 20% del PIB mundial, tenga una política exterior de bajo perfil. China cambia y crece a una velocidad vertiginosa.
Su reacción por la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes a Taiwán era esperable porque ella rompe uno de los compromisos de los Estados Unidos con el principio de “una sola China”, y la no visita de personalidades de alto nivel a la isla.