Los precios internacionales de los alimentos se han disparado en esta pandemia. De acuerdo con la FAO, entre mayo de 2020 y mayo de 2021, el índice de precios a nivel de productor ha aumentado en casi 40% y ha alcanzado su nivel más alto desde 2011. El precio de la soya se ha incrementado en 86% y del maíz en 111%. Aunque en las últimas semanas los precios se han estabilizado, varios analistas no descartan que los precios continúen incrementándose en el resto del año.
Al igual que el precio del petróleo y otros productos básicos, este aumento se explica por la apertura de las economías luego del encierro y la mayor demanda internacional, en especial de China. Por otro lado, la crisis ha ocasionado una disrupción en la cadena logística mundial, lo que ha encarecido los costos de transporte, ya afectados por el aumento de los combustibles. El FMI estima que los fletes internacionales han subido entre 2 y 3 veces en este último año.
Adicionalmente, una parte importante de la expansión de la liquidez mundial se ha dirigido a la inversión en futuros de commodities en los mercados financieros. El rendimiento del índice de productos básicos aumentó en 58% en el último año. Consecuentemente, la mayor demanda financiera también presionó los precios en el mercado real.
Para América Latina, estos incrementos son buenas noticias dado que la mayoría de países es exportadora neta de alimentos. Argentina, por ejemplo, alcanzará en 2021 un nuevo récord en sus ventas de soya y volverá a ser el primer productor mundial de este producto. En menor medida, países como Ecuador y Colombia se están beneficiando de mejores precios de otros productos agrícolas de exportación.
No obstante, los consumidores en los países emergentes podrían verse afectados, especialmente los hogares más pobres que destinan un mayor porcentaje de sus ingresos a los alimentos. En América Latina, ese porcentaje varía entre 40% y 70%. En la anterior crisis en 2009, un estudio del BID estimó que un aumento del 10% en el precio de los alimentos incrementaría en 2% la tasa de pobreza y agravaría los problemas de desnutrición. Sería “sumar insulto a la herida”, dado el grave impacto que el covid 19 ya ha tenido sobre los más pobres.
Afortunadamente, esta presión alcista aún no impacta en la canasta básica de alimentos. De acuerdo con el FMI, tardaría entre 6 y 12 meses para que estos incrementos se reflejen a nivel de precios al consumidor. Las autoridades deberán estar alertas por si esta tendencia se materializa y alistar herramientas de apoyo a la población más vulnerable, en particular mediante programas de erradicación de la desnutrición crónica infantil. Igualmente, podrían aprovechar este boom de precios para destrabar obstáculos al productor y apuntalar la competitividad del sector agropecuario.