La economía ecuatoriana tuvo aproximadamente 8 años y medio de abundante riqueza, tanto por los altos precios del petróleo como por los ingresos tributarios. Estos últimos más por las 10 reformas tributarias antes que por una ampliación de la base de contribuyentes. Estos ingresos del Presupuesto del Estado le permitieron concentrar el 85% de todo el gasto público efectuado en los 16 años de la dolarización.
No obstante, dado que la política económica fue simplemente recibir altos ingresos y gastar en lo que más réditos políticos y electorales le producía al Gobierno; es decir, sin programa económico, los significativos recursos tampoco le fueron suficientes. Aquí la primera irracionalidad: la época en la que más se recibió es también la que más se endeudó el país.
En los últimos 5 años, el Gobierno duplicó la deuda pública incluso en términos del PIB. Es como un padre de familia que de repente pasó a ganar mucho pero en lugar de ahorrar o aumentar el consumo de forma prudente, se endeudó de manera agresiva. Pero lo más sorprendente es que mientras más recibía por petróleo más subían los impuestos y más trabas le imponían al sector productivo. Es como si el Gobierno debía impedir que el sector productivo crezca en esa época de bonanza y tenía que impedírselo.
Otra irracionalidad es que en la medida en que el gasto público se iba disparando, el Gobierno le echaba más gasto a la economía promoviendo aumentos salariales desmesurados y contratando personal para el sector público como si la bonanza fuera eterna. No había consideraciones de la productividad para contratar personal, simplemente el flujo de dólares cegaba la prudencia y alimentaba el desorden y los excesos. Hoy producir en el Ecuador es carísimo.
En esos años de coyuntura favorable, sin embargo, aquellos sectores que mostraban resultados satisfactorios fueron objeto de acciones que buscaban mermar tales resultados. Impuestos anticipados, cambios en la distribución de utilidades, reformas tributarias dirigidas a un sector específico, intromisión en varias actividades económicas con la creación de nuevas empresas públicas. Con reiteración se decía que tal o cual industria o sector estaban ganando mucho y que eso no era posible. Debía hacerse lo imposible porque ganen menos. La mezquindad oficial a flote. Es malo progresar y crecer. Hay que ser chiquitos y estancados. Con esa mentalidad si no fuera por la globalización, el Ecuador seguiría en la época de las cavernas.
Ahora con ingresos escuetos, sin ahorros y con malos amigos, empieza la desesperación. El endeudamiento crece sin importar cómo, el uso de la liquidez pública no tiene resquemor alguno en su uso y deciden pragmatizarse un poco cuando el agua ya les entra a la boca. Este es el caso de la flexibilización laboral. Sin un real y adecuado programa económico no se resolverán los problemas. Apagando solo incendios habrá únicamente cenizas.
Columnista invitado