¿De qué sirve tener un bonito discurso de izquierdas: hablar por la justicia, defender a los pobres, a los derechos humanos, a la naturaleza; si en la vida privada e incluso en la pública, eres maltratador, vanidoso, corrupto y autoritario?
El discurso sirve para que ese tipo de “izquierdista” gane prestigio social y político y, si se postula a candidato, obtenga muchos votos. Pero, este dirigente no sirve para un proceso de cambio estructural de la sociedad y del Estado, porque al final del día, el esfuerzo de una sociedad y un proyecto político, satisfacen, no al interés colectivo, sino a los personales y a los del grupo que rodea al líder.
América Latina constata con dolor y frustración que las promesas y prestigio de los denominados gobiernos “progresistas” están siendo barridos por la crisis económica y por desbordado torrente de denuncias de corrupción de estos gobiernos.
La reciente derrota electoral de Evo Morales ratifica esta tendencia, aunque más ligada con temas éticos y políticos, que económicos. Sobre esto el boliviano Pablo Solón, en su artículo “Algunas reflexiones, autocríticas y propuestas sobre el proceso de cambio en Bolivia” dice: “…Los dirigentes de izquierda creen que estando en el poder podrán transformar la realidad… y no son conscientes que ese poder los acabará también transformando a ellos mismos…Se centralizó aún más el poder en manos de los jefes, se transformó al Parlamento en un apéndice del Ejecutivo, se continuó fomentando el clientelismo de las organizaciones sociales, se llegó al extremo de dividir a algunas organizaciones indígenas y se intentó controlar el Poder Judicial a través de burdas maniobras…”.
Sigue Solón: “Este contexto, donde la obsecuencia era premiada y la crítica era tratada como la peste, incentivó el control de los medios de comunicación a través de diferentes vías, minó el surgimiento de nuevos dirigentes y fortaleció el engaño de que el proceso de cambio de millones de personas dependía de un par de personas…El proceso de cambio no sólo había sido capturado por la lógica del poder sino que los intereses de sectores empresariales de derecha lo habían empezado a minar desde adentro”.
“La repartición de la renta del gas… abrió una oportunidad increíble de hacer negocios… Así fueron surgiendo nuevos sectores de poder económico… gracias al Estado… No se trata solamente de graves desaciertos de individuos o de escándalos de corrupción de telenovela, sino de que ahora hay una emergente burguesía y clase media popular, chola, aimara y quechua que lo que busca es continuar con su proceso de acumulación económica”.
Bolivia enseña que, para no ser arrastrado por la lógica y las tentaciones del poder, se requiere sólidos principios. No solo se trata de tener ideología, programa estratégico, sino, sobre todo, ética.