Sostenidos por alfileres

Luego del correísmo, cuya corrupción, autoritarismo y mentira arrasó con la economía, contaminó la convivencia y enfermó a las ya débiles instituciones, hoy el futuro pende de alfileres: un presidente de buenas intenciones, pero sin claridad de proyecto de gobierno, apoyo parlamentario débil y lejanía con los ciudadanos.

Se ha preguntado usted qué pasaría si al presidente Moreno le sucede algo, si no puede gobernar o hace una pausa. El país quedaría en manos de María Alejandra Vicuña, que si nos atenemos a sus antecedentes, llevará al país hacia algo parecido al correísmo.

El cambio que vive el Ecuador, hasta cierto punto inercial, pues era insostenible el proceso previo, no tiene puerto claro. No hay instituciones de Estado fuertes que enfrenten una potencial crisis, tampoco existe un acuerdo nacional sobre cómo y hacia dónde ir a largo plazo. El presidente Moreno no ha podido o querido empujar un diálogo real para que, más allá de las banderas políticas, los actores sociales acuerden la ruta hacia una democracia fuerte, justicia real, economía responsable y canales ciertos de participación ciudadana.

Hay esfuerzos y procesos de cambio que no se pueden negar, pero el pegamento que los une es de poca consistencia.

Por ahora, el futuro depende en gran parte de las buenas intenciones de Moreno. Pero también de sus contradicciones e incoherencias, como la presencia de Vicuña, el perfil de un gabinete donde conviven liberales con correístas, profesionales y neófitos, y con posturas sobre libertad y democracia que no tiene relación con la diplomacia actual.

Es loable su afán de transparencia y el empuje de la economía, pero su plan de reactivación es dudoso. Fue positivo su llamado a las urnas y el apoyo al transitorio Consejo de Participación Ciudadana, que toma decisiones con argumentos y pruebas, pero desconcierta que proponga cambios a la ley de comunicación, manteniendo el intrínseco veneno correísta.

En su primer año de gestión, Moreno dejó que la evidencia exponga los daños hechos por su predecesor y alentó a que la justicia camine. Ojalá esa justicia, antes alineada al oficialismo, llegue a encauzar al responsable mayor de la debacle moral y económica infringida: Rafael Correa.
Su sucesor asumió y comprendió desde el inicio de su gestión que su papel era ayudar a salir del proceso presuntamente revolucionario para pisar terrenos de una democracia liberal y sujeta a pesos y contrapesos.

Pero la receta y el camino que ha seguido no ofrecen certezas ni garantías.

Moreno fue parte del pasado gobierno y al parecer no tuvo en esos momentos la sagacidad ni el buen ojo para conocer los que se vivía a su alrededor. Ojalá en los años que le restan de mando, los recobre para encauzar al país hacia un puerto viable y seguro.

Columnista invitado

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