Cuando todo hace pensar que estamos en una etapa de fin de reino en la que aparecen escándalos de corrupción como hongos en otoño, vale la pena reflexionar sobre las razones para que afloren estos hechos.
Empecemos por lo obvio. Para que la corrupción se produzca se requieren varios factores, a parte de la deshonestidad y el afán de obtener dinero fácil ilícitamente, pero hay dos esenciales: que haya dinero y que no haya suficientes ni efectivos controles para que sea honesta y correctamente utilizado.
En el Ecuador reciente ha habido durante siete, ocho años, dinero como nunca antes en la historia y en tan corto tiempo. Se dice que en este lapso se dispuso de más de tres cientos mil millones de dólares debido al coyuntural elevado precio del petróleo. Todo durante el gobierno de la Revolución Ciudadana. Se ha cumplido, entonces, con el primer supuesto: abundante dinero.
El segundo, está claro, no ha habido controles eficientes e íntegros. Las razones son dos y bastante simples: la desinstitucionalización junto con la politización y el prolongado ejercicio del poder.
Las instituciones encargadas del control y de la justicia han caído en un bien ganado desprestigio. Empezando por la Corte Constitucional y todo el sistema judicial -muy ágil para los casos de interés del gobierno y lento o inactivo para los de los ciudadanos comunes- pasando por la Contraloría, Fiscalía y la Asamblea han perdido independencia y credibilidad. Primera razón: institucionalidad precaria.
Cuando una autoridad pública se acostumbra a ejercer el poder por tanto tiempo termina convenciéndose de que no tendrá que rendir cuentas a nadie, que ese dinero que maneja es propio y no ajeno -de ahí tanto derroche en viajes, viáticos, saraos, asesores. Ese funcionario, medio o alto, pierde la noción del carácter efímero de su poder y de que algún rato deberá responder por su uso. Hay casos de ese derroche y dispendio en el Servicio Exterior, por ejemplo, que le habrían ahorrado millones al Estado de ese dinero que es nuestro, producto del pago de nuestros impuestos. Segunda razón, casi diez años en el poder.
Una acotación necesaria: las denuncias han sido, si no todas, en su mayoría y las más sonadas, resultado de investigación de la prensa y de ciudadanos independientes. El gobierno y las autoridades de control han llegado tarde y no han tenido sino que reconocer los hechos ya consumados, aceptarlos y tratar de explicar no haber podido someter a los responsables a la justicia.
No de otra manera se explican, entre otros,*- los escandalosos casos de Pedro Delgado, Alex Bravo y ahora el último de Carlos Pareja cuya afectación al fisco, al gobierno y al país es enorme.