Comienza mal el año. Los indicios de estos primeros días, y de la experiencia internacional, es que Ómicron se propaga con enorme facilidad: pronto será la cepa que predomine en el país.
Se dice que es menos letal. Pero no está claro si se trata de una cepa más benigna, o es que nos agarra a la mayor parte vacunados. Pero en todo caso, si es más infecciosa, podría causar una gran mortalidad por el alto número de contagiados.
Las autoridades no han dispuesto confinamiento; estarían conscientes que en otros países la población se rebeló con el retorno de las restricciones.
El primer semestre de 2022 se perfilaba como la parte final del rebote de la pandemia, la recuperación de lo perdido, luego de la cual el crecimiento se desaceleraría. Ómicron hace peligrar el rebote.
Sus primeros siete meses el Gobierno los dedicó a la vacunación, a la creación de impuestos para reducir el déficit, y finalmente a calmar los ánimos de la población congelando el precio de los combustibles, eximiendo el IVA e ICE a algunos productos de consumo popular, elevando el salario mínimo y concediendo crédito agrícola al 1%. Ahora la aceleración del crecimiento económico y la consecuente creación de empleo tendrían prioridad.
Hacer crecer la economía es remar cuesta arriba. Los nuevos impuestos, que restan liquidez a empresas y consumidores, tienen como contrapartida menor endeudamiento externo, no gasto en obras. Cierto es, hay que reducir el déficit, pero hay que tener en cuenta que ello resta dinero a la economía. De ahí que el énfasis va a estar en cambios regulatorios y otras medidas para captar inversión que venga del exterior: el Gobierno no tiene plata y al sector privado se le resta la que tiene.
El Gobierno tendrá que crear las condiciones para que aumente la inversión petrolera y minera, y ofrecer un mejor marco para las asociaciones público-privadas. Propondría a la Asamblea un proyecto de reformas para atraer la inversión en otros sectores, a lo cual seguirían reformas específicas para el sistema financiero, al mercado de valores y de manera prioritaria al mercado laboral. Para atraer inversiones, el Presidente reducirá en 0.25 punto porcentual por trimestre el ISD, que es de 5%.
Sin estas reformas, difícilmente habrá un mayor crecimiento económico y por ende el Gobierno no podría cumplir con sus metas de aumentar el empleo.
Un problema que el Gobierno no está en capacidad de resolver es el de la logística del comercio marítimo, que está causando cuellos de botella y encareciendo insumos de la producción. De ahí que, en 2022, a diferencia de los años anteriores, tendremos algo de inflación.
Lastimosamente no tenemos un borra y va de nuevo. Se inicia un nuevo año sin que hayamos dejado atrás la crisis fiscal y de competitividad heredadas del correísmo, ni la pandemia.