En Los Miserables Víctor Hugo intenta plasmar las miserias del mundo que conocía a través de las vidas de Valjean, Javert, Fantine, Cosette, Marius o Thénardier, logrando una obra magnífica y estremecedora, pero que tal vez se queda corta ante las miserias que enfrentamos en los tiempos que corren, de muchas de las cuales los ecuatorianos hemos sido testigos y víctimas en los últimos días.
Y es que la miseria humana se ha revelado con crudeza y de muchas formas en nuestro país a través de actos que nos llenan de ira, tristeza, impotencia y horror. La miseria de aquellos que, para lograr sus objetivos, secuestran y asesinan a periodistas, pero también la de aquellos que, en su odio ciego y repulsivo, pretendían hacernos creer que todo era un montaje, juzgando, claro, desde su propia condición, desde sus mentes retorcidas para las cuales algo así era posible.
La miseria de aquellos que viven del terror y del crimen y que, para salir impunes, secuestran gente inocente, asesinan militares, atacan pueblos y ciudades y aterrorizan a sus ciudadanos, pero también la miseria de aquellos que permitieron que se llegue a esta situación, que durante 10 años o más miraron para otro lado, que no quisieron ver lo que era evidente para casi todos, que destinaron recursos para perseguir a opositores y a la prensa y no para vigilar la conflictiva frontera norte.
La miseria de aquellos que quieren poner en jaque a nuestro país y a su gobierno y que nos quieren aterrorizados, pero también la de aquellos funcionarios de ese gobierno al que les queda grande su cargo, que fueron incapaces de manejar correctamente la crisis y fallaron horriblemente en su intento de devolver a Javier, Paúl y Efraín a sus familias. ¿Permitirán que pase lo mismo con Óscar y Kathy?
La miseria de aquellos que, aprovechándose de la pobreza, la desigualdad y la inequidad, suman adeptos y apoyos para sus bandas criminales y narcoterroristas disfrazadas de organizaciones ideológicas, pero también la miseria de aquellos que han permitido esa inequidad, que han sido incapaces de fomentar la riqueza y el crecimiento en esos pueblos, de aquellos que utilizaron la destrucción del terremoto para enriquecerse mientras la gente aún no tiene donde vivir, dos años después.
Víctor Hugo dice en Los Miserables que “cuando se llega a cierto grado de miseria, lo invade a uno algo así como una indiferencia espectral y se ve a las criaturas como si fueran larvas”. No dejemos que eso nos pase a los ecuatorianos, no nos contagiemos de la miseria de aquellos que se burlaron de los secuestrados, de aquellos que miraron para otro lado, de aquellos que no son idóneos para el cargo que tienen, de aquellos que aprovecharon la desgracia ajena para enriquecerse. No lo permitamos. No nos convirtamos en un país de miserables.