El Ministro Pablo Campana anunció viaje a Washington en septiembre en pos de un acuerdo comercial con EE.UU. Es otro desmarque con la política del correísmo, de abstenerse de alcanzar un acuerdo con EE.UU. y tomar distancia con Washington incluso en lo comercial.
Ese distanciamiento afectó a nuestras exportaciones. AEBE revela que Ecuador tuvo el 35% del mercado estadounidense del banano, y ahora 9%. Los centroamericanos nos reemplazaron. La FAO indica que en 2016, la pesca de camarón de EE.UU. se redujo y el consumo creció, por lo que todos los países importantes proveedores de EE.UU. aumentaron sus ventas, excepto Ecuador. Ahora nuestro principal cliente para el camarón no es EE.UU. sino Vietnam, que lo reexporta. Vietnam es el principal productor mundial.
Para espárragos, alcachofas y otras hortalizas que podemos exportar, otros países entran sin arancel, nosotros pagamos. Con rosas competimos fieramente con Colombia, pero mientras el vecino del norte no paga arancel, la rosa ecuatoriana paga 6.8%.
La tarea de Campana es la reconquista del mercado de EE.UU., tarea de titanes.
Cuando el Ecuador negociaba el acuerdo con EE.UU. junto con Colombia y Perú, el negociador del acuerdo Chile-EE.UU. nos advirtió que un acuerdo comercial con Washington es como el cometa Halley: hay que subirse cuando pasa, porque de lo contrario hay que esperar décadas para la próxima oportunidad. El Ecuador no se subió, y hoy Washington está más interesado en revisar contratos existentes que en firmar nuevos.
No hay peor diligencia que la que no se hace, y el ministro Campana debe mover todos los resortes en Washington para lograr algún avance, ojalá sumarnos al acuerdo andino.
El arancel estadounidense es bajo para productos no elaborados, pero sube de manera proporcional al grado de elaboración. Si se quiere vender bandejas de camarón precocinado, tiene que invertir en Honduras para la planta de procesamiento. Con un acuerdo se superaría este inconveniente.
En importaciones, la oferta de EE.UU. no difiere de la europea. No puede argumentarse que ocasionará un agravamiento del déficit comercial. En cambio, como fue con Europa, habría un repunte de nuestras ventas. Los puntos más contenciosos con EE.UU, serían la propiedad intelectual, en lo que Washington es más exigente que Bruselas, y la denuncia del acuerdo de protección de inversiones.
La apertura comercial debe ser mayor, aunque selectiva. Es muy positiva la negociación con los países EFTA, europeos desarrollados que nos pueden comprar lo mismo que la Unión Europea; también los acuerdos con los países
centroamericanos. Acuerdos potenciales con China, Corea y el Sudeste de Asia, en cambio, requieren manejarse con pinzas. El beneficio no es tan evidente.