En el planeta existen pocos puntos más distantes de nuestro país que Birmania. Literalmente, porque si bien no están en la antípoda del Ecuador (el punto más lejano en el globo terráqueo), está bastante cerca de ella.
Pero a pesar de esa distancia no se puede cerrar los ojos a la tragedia humanitaria que está ocurriendo en ese país, una tragedia que hasta al más optimista le hace dudar de la existencia de un lado bueno en todo ser humano.
Birmania es un país del sudeste asiático que tiene fronteras, entre otros, con Bangladesh y Tailandia. Birmania, hoy oficialmente llamado Myanmar y cuya capital era Rangún (rebautizada a Yangón) y hoy es la recientemente fundada ciudad de Naipyidó, tiene algo más de 50 millones de habitantes que, en su mayoría son, étnicamente, bamares.
En el oeste de país, hacia el Océano Índico, en la zona de Rakáin, cerca de la frontera con Bangladesh, hay una importante población étnica y culturalmente distinta de los bamanes, los rohinya.
Mientras los bamanes son budistas, los rohinya son musulmanes. Y se cree que sus antepasados emigraron desde el actual territorio de Bangladesh a las zonas noroccidentales de la actual Birmania cuando ambos países eran colonias británicas. Esa migración parece haber empezado incluso antes de la época del dominio británico.
Birmania se independizó de Inglaterra en 1948, pero desde 1962 hasta el año pasado estuvo gobernada por dictadores militares o por militares retirados. La principal opositora del esos regímenes fue Aung San Suu Kyi, una incasable luchadora por la democracia en su país que, como castigo a sus convicciones, sufrió una impresionante represión y pasó más de 15 años con arresto domiciliario. Luego ganó un Premio Nobel de la Paz.
En 2016, luego de un proceso de transición hacia la democracia, Birmania eligió un gobierno con una abrumadora mayoría para el partido de la señora Kyi, pero ella no pudo asumir la presidencia porque la constitución prohíbe que una persona con hijos con pasaporte extranjero asuma ese puesto (la señora Kyi tiene dos hijos con pasaporte británico).
La animadversión de la población contra los rohinya es vieja y las actividades de un grupo de terroristas que han buscado la independencia de la zona los ha hecho todavía menos queridos en su propio país.
Los militares birmanos, posiblemente aprovechando la mala imagen de los rohinya empezó, en agosto 2017, un proceso de “limpieza étnica”, atacando sus pueblos (en general muy pobres), lo que desató una salida masiva de ese grupo étnico hacia Bangladesh. Quizás todo esto es una estrategia de los militares para desprestigiar a la señora Kyi y hacerse populares con la mayoría bamar, pero lo real es que muchos rohinya han muerto en Birmania y miles mueren al huir.