Una deflación es una caída del nivel general de precios y el Ecuador ya lleva tres meses consecutivos en eso. Cuando en noviembre 2015 escribí una columna con el título “Hacia la deflación”, el fenómeno se veía lejano. Hoy es una realidad, con los peligros que entraña y con las oportunidades que ofrece.
Porque una deflación ofrece una gran oportunidad: bajar los costos en un país encarecido por un gobierno irresponsable. Y ya se pueden ver algunos resultados, parcialmente de la deflación (que es muy nueva), pero sobre todo de la bajísima inflación de los últimos dos años y medio.
Porque entre junio de 2015 y noviembre 2017, el costo de la canasta, sólo creció 1% (acumulado). En el mismo período, los precios en los EE.UU. subieron 3.5%, en Perú 6,4%, en Chile 7% y en Colombia 13.3%. En otras palabras, nuestros principales socios comerciales se han encarecido mucho más que nosotros, por lo que, en términos relativos, el Ecuador se ha abaratado.
Y eso es un enorme respiro, luego del encarecimiento absurdo que vivimos desde mediados de 2007 hasta mediados de 2015. Porque en ese período el gobierno se lanzó en una desaforada locura de gasto, introduciendo en el sistema económico tantos recursos que logró disparar la demanda de tal manera que los precios subieron. Parecería que los que gobernaron en esa época no sabían que cuando sube la demanda, suben los precios, o sea, no sabían economía.
Entre 2007 y 2015, el gasto público se multiplicó por cuatro y, si se lo ajusta por inflación “sólo” se triplicó. Tanto dinero entrando a la economía nos encareció de tal manera que entre junio 2007 y junio 2015 los precios subieron en el Ecuador en 45%, mientras que en Colombia y Chile subían en 33%, en Perú en 30%y en los EE.UU. en 15%. En esos años, nos encarecimos frente a los principales socios comerciales.
La comparación con los EE.UU. es especialmente importante, porque con ese país no entra en juego el tipo de cambio y los datos ya señalados indican que, en términos relativos, el Ecuador se encareció en 30% frente a los EE.UU. (=45%-15%) y la única explicación que existe para eso es el demencial gasto público.
Lo ideal, en un mundo ideal, con gobernantes, ministros y legisladores ideales, sería diseñar un marco jurídico que facilite el ajuste de los precios hacia abajo, incluyendo la posibilidad de ajustar salarios a la baja, en el caso de que la inflación anual sea negativa. Obviamente eso es utópico por las trabas políticas que tendría, pero sí sería bueno un esfuerzo mayor para flexibilizar los mercados.
La deflación también tiene sus riesgos porque desincentiva el consumo y la producción, al mismo tiempo que encarece el pago de deudas. Pero, por ahora, centrémonos en las oportunidades.