El Ecuador va a tener una interesantísima oportunidad de crecimiento durante las próximas tres décadas. La pregunta es por qué el Gobierno está haciendo todo lo posible para que también desperdiciemos ese chance.
La población ecuatoriana está empezando a envejecer, no porque hay muchos viejos, sino porque hay menos jóvenes (obviamente, en términos relativos). Pero las políticas que se están adoptando son las menos convenientes para aprovechar las oportunidades que implica este ‘bono demográfico’.
Veamos los datos. Entre 1974 y 2010, la edad promedio de los ecuatorianos pasó de 22 a 28 años. Un proceso de ese estilo puede deberse a que hay más viejos o a que hay menos jóvenes. En el caso ecuatoriano se debió a lo segundo: en términos relativos los jóvenes son menos dentro del total de la población ecuatoriana.
Si dividimos a la población en tres grupos, los menores de 20, los que están entre 20 y 65 y los mayores de 65, tanto el primero como el tercer grupo han reducido su participación en la población, mientras que el segundo grupo, los que están en “edad de trabajar”, ha crecido: los que tenían entre 20 y 65 años de edad pasaron de ser el 32% de la población en 1974 al 44% de la población en 2010.
En otras palabras, hoy el Ecuador tiene una fuerza laboral inusualmente grande, tanto en términos relativos como en términos absolutos y eso es el equivalente económico de muchas puertas que se abren: de oportunidades que se perderán si no las sabemos aprovechar.
Es más, la proporción de la fuerza laboral dentro de la población va a crecer en los próximos años, más o menos por los próximos 30 o 40 años, hasta el momento en que los nacidos a fines del siglo pasado empiecen a jubilarse.
¿Cómo se puede aprovechar esa abundante fuerza laboral? Pues, fomentando inversión que cree mucho empleo. Y para lograr eso se necesita cumplir con dos cosas. La primera es fomentar la inversión privada, creando el ambiente correcto y dando la seguridad necesaria para que inviertan las empresas y las personas que cuentan con recursos suficientes como para ponerlos a producir en el largo plazo, gente que pueda confiar en el futuro y que busque traspasar a la siguiente generación lo que logren acumular.
Lo segundo es crear normas laborales que incentiven la abundante creación de empleo; es decir, normas que flexibilicen el mercado laboral, que permitan contratar personal por horas, que permitan tener personal temporal, normas que no le hagan pensar mil veces a un empresario antes de contratar un empleado.
Pero las políticas implementadas o anunciadas van en la dirección inversa, van a volver cada vez más inflexible el mercado laboral y cada vez menos atractiva la inversión y el ahorro.
Si seguimos así, vamos a perder el próximo ‘boom’, igual que los muchos que hemos perdido en el pasado.
@VicenteAlbornoz