Dicen que cuando un organismo ingiere cantidades ínfimas de algún veneno, con el tiempo puede desarrollar una tolerancia hacia él. No sé si eso sea verdad con los seres vivos, pero parecería que sí se aplica para las sociedades y su tolerancia a las malas ideas económicas.
Cuando las malas políticas económicas se dosifican “de a poquito”, con el tiempo los países aprenden a tolerarlas y al final pueden hasta aplaudirlas. Y en el Ecuador también.
Hacia el año 2005, muchos de la izquierda andaban diciendo que era malo tener fondos de ahorro porque eran para “pagar deuda externa” (erróneamente se referían al Feirep y sus prioridades). Así, tan bien disimulada y escasamente dosificada, la destrucción de los fondos de ahorro y la destrucción del concepto mismo de ahorrar, sonaba casi digerible.
Y el país no protestó, en realidad aplaudió cuando se desmontó las normas que limitaban el aumento del gasto público. Claro, ahí el veneno se volvió evidente cuando se abrieron las compuertas del gasto y en el 2014 el gasto público fue 4,5 veces más que en 2006 (3,2 veces si se descuenta inflación).
Y con ese inmenso disparo del gasto, el país se adaptó a ser una sociedad de consumistas, centrando su “matriz productiva” en atender al ejército de nuevos ricos que gozaban de la bonanza petrolera. Y nos dedicamos a importar y construir centros comerciales, en lugar de producir y exportar. Y de golpe, cuando se acabó el boom petrolero nos encontramos sin plata y con una estructura productiva incapaz de competir con el resto del mundo. Y todo empezó cuando nos acostumbraron al veneno de quitar los límites del gasto público.
Otro caso es el IESS y la soltura con la que se ha regulado sus ingresos y gastos. En el 2005, cuando Palacios era Presidente y Correa Ministro de Finanzas, se aprobó la devolución de los fondos de reserva, lo cual en esa época parecía casi aceptable pues era sólo una parte de los ingresos totales de una institución que, en esa época, era sumamente líquida. El veneno, entregado inicialmente en pequeña dosis, fue aceptar que se podía jugar con las finanzas de una institución que es clave tanto en salud como en jubilaciones.
Pero como inició en gotita, el país no protestó y se acostumbró al veneno, lo cual fue gravísimo porque se dio el primer paso para que el IESS tenga cada vez menos ingresos y más gastos y que ahora se encuentre “aproblemado”.
Y siempre existirá el destructivo venenito del control de precios que, en este gobierno, arrancó con los límites a las comisiones bancarias, algo que no sonaba tan mal porque era controlar a esos malvados seres conocidos como “los banqueros”. El problema es que eso abrió la puerta para más controles y trabas a la producción en general: salvaguardias, permisos, normas que, venenosamente, ahogan al sector productivo.