En los primeros nueve meses de este año, las importaciones ecuatorianas fueron el 58% de lo que habían sido el año 2014. Esa contracción es una mala noticia, es algo inconveniente para la economía y para el bienestar de los ecuatorianos. Porque las importaciones son buenas.
La razón de ser de una economía (y de la ciencia que lleva el mismo nombre) es lograr satisfacer las necesidades de las personas. Los bienes importados cumplen con ese objetivo: muchas de las necesidades de los ecuatorianos se cubren gracias a productos que importamos de todo el planeta. Y tanto cubren esas necesidades que la gente está dispuesta a pagar por las cosas importadas.
Muchas veces una cierta mitología populista trata de dibujar a las importaciones como algo malo para un país, como algo que afecta a la producción local. El problema con ese razonamiento es que se olvida que el objetivo de la economía es satisfacer necesidades, no satisfacer ambiciones empresariales.
De manera que una caída de las importaciones de 42% entre los primeros nueve meses del 2014 y el mismo período del 2016 es una mala noticia porque significa que aún más necesidades quedaron insatisfechas.
Quizás hay que hacer un par de aclaraciones sobre la caída de las importaciones, donde el tipo de bienes que más cayó son los combustibles, algo que se da en gran parte porque los precios de todos los hidrocarburos han caído en el mercado internacional.
Pero en el resto de bienes importados (y en parte también en los hidrocarburos), lo que hay es un menor volumen de importaciones. Por ejemplo, la importación de gas ha caído en 60%, de lo cual 50% es por caída de precio y 10% por caída de número de toneladas importadas. Ese 10% de caída del volumen no se debe a nada relacionado con salvaguardias, ni controles, ni cuotas, ni ningún tipo de regulación del gobierno, sino porque la gente está comprando menos gas, a raíz de la recesión en la que estamos.
La caída de las importaciones es, por lo tanto, una mala noticia, con la excepción de aquello que se debe a reducciones de precios.
En un mundo ideal, las importaciones deberían ser muy altas y deberían traernos del resto del mundo todo aquello que ellos (el resto del mundo) producen mejor o más barato que nosotros. A cambio, en ese mundo ideal, deberíamos ser un país muy productivo que pueda vender muchas cosas a ese resto del mundo y así financiar las altas importaciones.
Pero claro, no somos ni de lejos un país productivo. Somos un país costoso donde es difícil producir. Así, todo el razonamiento anterior sobre un mundo ideal se desarma y una serie de restricciones nos limitan. Pero todo es porque no somos productivos, no porque las importaciones sean malas.