Don Quijote, 2ª parte: amo y criado, camino de sus aventuras, evocan lo vivido en el palacio ducal. Don Quijote vuelve a sus andanzas caballerescas y reconoce el valor de su libertad recuperada: “La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida”. Célebres palabras pronunciadas, no a la salida de una cárcel ni ante el alivio de sus estrecheces habituales, sino luego de haber gozado en el palacio de los duques de todos los placeres: descanso de sus batallas, grata conversación, comida copiosa, habitación palaciega y, por si esto fuera poco, el sabor novísimo de haber inspirado amor a la bella Altisidora; pero tanto regalo constituye grave traición a la disciplina andante, y Don Quijote vuelve a cumplir su destino ideal.
‘El ser humano está condenado a ser libre’, afirma Sartre, porque la libertad no es libre de no optar.
La construcción de nosotros mismos ha de ser ardua y digna, consciente de los mejores valores, contra el vacío cotidiano lleno de automatismos y hábitos indignos del don de la libertad. Reflexionemos a esta luz sobre la coyuntura política vivida: el exvicepresidente Moreno acepta su candidatura a la presidencia impulsado por su movimiento y halagado, ¡ser humano, al fin! por la victoria próxima. Ser presidente en democracia es compromiso exigente con la patria de todos. Pero ‘la mesa no estuvo servida’ como cínicamente se le prometió, y él hubo de transformar esta certeza amarga en exigencia por hallar y confesar al pueblo verdades ineludibles, cuya enumeración nos tiene en vilo día tras día. Previamente, habría calibrado algo de lo que ocurriría y habría tomado la única decisión posible: encontrar la verdad y gobernar una patria que se cae a pedazos. Cumplir, insistir, instruirse, volver sobre sí y sufrir ante la inevitable ralentización que exige decidir por todos, en ejercicio agotador si es responsable. ¡Ah, la moneda de la libertad, cuyo reverso o cruz es la responsabilidad! ¡De sus difíciles decisiones dependen tantos destinos! Agradezcamos su actitud que los rebaños nauseabundos llaman traición. Moreno no protegió el cinismo, no siguió mintiendo; no es otro delincuente… Optó por la verdad, entre indecisiones, penurias de todo orden, miedos ineludibles. Y eligió seguir. ¿Traición?…
Los traicioneros son los mil y un Judas que vendieron su honor (si lo tuvieron) en vez de ejercer el poder en favor del país. Siga haciendo, presidente, cuanto pueda en favor de la patria. Procure no equivocarse y no se deje inquietar por su ‘traición’… Aventure su vida en la elección de cada día, pida sabiduría y bondad, y sepa que nadie honesto puede acusarle de ingratitud ni deserción, mientras se vuelque sobre la dura verdad que hay que agotar y juzgar. ¡Elegir entre la patria o Correa y sus adláteres? ¡Ser leal a la patria, quién lo duda!