Lázaro Carreter, exdirector de la RAE, constataba: “El lenguaje nos ayuda a capturar el mundo: cuanto menos lenguaje tenemos, menos mundo capturamos. La lengua empobrecida empobrece el pensamiento”.
Vayamos al pasado, único tiempo que poseemos y podemos preservar, y a la biblioteca de Santo Domingo de Silos, donde se encontraron las primeras palabras en romance, (antiguo nombre del español y de las lenguas modernas derivadas del latín); atisbemos las glosas silenses que recogen las primeras palabras castellanas escritas, precisamente, en el Scriptorium de dicha antigua Abadía, en el siglo XI de nuestra era.
Glosas son “conjuntos de anotaciones lingüísticas añadidas al margen, o entre líneas, de un texto, para hacerlo más claro”. En pocos folios del texto penitencial de Silos, existe una profusión de glosas romances, que traducen al español inicial, nueva lengua cuyo uso oral se expandía sin tregua, las palabras latinas más significativas; son 368 glosas latinas y castellanas que aparecen en 15 folios; al compararlas, se aprecia que proceden de la misma mano, del mismo tiempo: constituyen el primer ‘diccionario’ de nuestra naciente lengua.
Gloso, a mi vez, la historia: El español, hace cerca de mil años, carecía de escritura y, por tanto, de normas. Un monje culto escribe por primera vez en esta nueva lengua y para ello emplea la grafía latina; esta ‘traducción primera’ dota a la lengua naciente de una base cultural que favorecerá su difusión. Existe la certeza de que antes de estas glosas no existió glosario alguno escrito en romance. El monje traducía, por ejemplo, palabras como incólumes ‘sanos y salvos’; prius, ‘antes’; subuertere, ‘trastornar’; admoneo, ‘castigo’; exteriores, ‘de fueras’; manifestant, ‘parescen’, y muchas más. Incólume se ha preservado incólume: ‘sano, sin lesión ni menoscabo’. De prius proceden prioridad, prioritario y el recién aceptado priorizar; subuertere lleva al culto subvertir, ‘trastornar, destruir, especialmente en lo moral’; admoneo suena extraña pero es muy cercana al español admonición: ‘amonestación, reconvención’. Exteriores, es ‘más afuera’ y manifestant, ‘declarar, descubrir’ y, por supuesto, ‘parecer’, ‘aparecer’.
América hispana existe en español; la lengua palia el despojo de la conquista; en español nombramos nuestro mestizaje. América, en Montalvo, Darío y Vallejo, Borges, Cortázar, Dávila Andrade, Carrera Andrade, Rulfo, García Márquez, Neruda y tantos más, devolvió a España cuanto recibió en la lengua.
Mil años después, la Academia Ecuatoriana nos debe un diccionario del habla del Ecuador que registre nuestras ya incontables palabras y expresiones: llapingacho, pulchungo, tumbado, bacerola, tanquear, ser una dama, de a perro, de pura gana, de gancho, de no, ir a volver, dar + gerundio, mandar sacando, ¡qué foco!, y el obsoleto y hermoso ‘de la tierra’, que designaba productos de América, no venidos de España. De a de veras, de a de veritas, y chau… panas del alma.