“No tomaré partido pero sé qué necesita la Academia” ha resaltado Darío Villanueva, aún director de la Real Academia Española y presidente de la Asociación de Academias, hasta que una nueva votación decida quien lo reemplaza.
La noticia de su renuncia a tomar parte como candidato a la dirección de la Rae para un nuevo período nos llegó en una carta serena y entrañable. Aducía ‘motivos personales’ para explicar esta decisión, que tanto nos entristece. Los académicos, las academias americanas y, sin duda, la mayoría de miembros de la RAE, todos lamentamos hondamente esta pérdida.
En octubre último, en una entrevista, se le preguntó sobre el ‘desfallecimiento de la Academia’. Los entrevistadores olvidan que la Academia no es solo la RAE: es la Asociación de las 23 academias (Asale), regadas en 4 continentes: la Real, en España; 20 academias en América; la Academia Filipina y la Ecuatoguineana. Preside este mundo plural el director de la Rae y, a la vez, presidente de la Asociación. Ahora don Darío Villanueva, personaje singular, exsecretario de la Rae y luego su director; exrector de la antigua y bella Universidad de Santiago de Compostela, escritor, insigne crítico y catedrático, se nos va.
La responsabilidad de quien dirige este emporio intelectual y humano, universo de más de 550 millones de hablantes unidos por el milagro histórico de una lengua común, es enorme. La Academia no ha desfallecido ni desfallecerá: es, en su circunstancia, única en el mundo. Se la ha llevado adelante con entrega y sabiduría: “La Academia está llena de oportunidades”, afirma. D. Villanueva y se refiere, por ejemplo, a la implantación del español en China; a ‘Enclave’, nueva plataforma profesional de servicios lingüísticos (¡desde la Ael la hemos ofrecido al Mineduc, Ecuador, sin recibir aún respuesta cabal!).
Pero la asignación del Estado español a la RAE ha decrecido ‘a menos de la mitad’ y ha disminuido la ayuda de la asociación Pro-Rae. Los libros de consulta y los diccionarios apenas se venden, aunque el diccionario en línea recibe sesenta millones de consultas mensuales. La Asociación de Academias y el Instituto Cervantes corren con la mayor parte de los ingentes gastos de congresos ordinarios y extraordinarios, que serían peso insuperable para las academias americanas y la Academia, avanzamos, pese a tan graves dificultades.
Don Darío no se va por estos aprietos que “en la historia de las academias se han superado siempre”. Sabe que nuestra lengua ‘es un activo extraordinario’, red física e intelectual, no solo informática, como no hay otra en el mundo. Deja este capital inmenso que es el español, acrecentado gracias a su humanismo. Su ir y venir para cumplir con cuantas academias le han requerido, su sabia y generosa presencia, su noble palabra son caudales que no desmayarán.
Que quien le suceda sea, como lo es él, primero, un humanista, y luego… un humanista. Lo demás ‘vendrá por añadidura’.